Si Cervantes no concibió desde el primer instante a sus dos héroes con toda su plenitud de significación y de acuerdo con un plan perfectamente definido, el peculiar carácter episódico de la novela le permitió ir desentrañando, con sucesivos tanteos, toda la rica complejidad potencial que yacía en su primitiva concepción.
Helmut Hatzfeld señaló que “el estilo pastoril de la mesura retórica y lenta no queda circunscrita al hidalgo. Ciertamente se mantiene en la figura picaresca de Sancho, aunque en él se ironiza. También abarca el tono narrativo, mas no solamente en los episodios pastoriles, sino también como procedimiento que podríamos perseguir en otros medios estilísticos”.
Cervantes temía que al reducirse las aventuras de sus dos personajes principales faltase variedad a su novela y produjese fastidio en el lector, y por boca de Cide Hamete se lamenta de “haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don Quijote…”
Distingue Cervantes entre la mayor o menor conexión de los episodios con el tema central y confiesa abiertamente su artificio de novelista, y añade “… y así, en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los mesmos sucesos que la verdad ofrece, y aún éstos, limitadamente y con solas las palabras que bastan a declararlos”.
Cervantes, si por un lado se muestra satisfecho en la segunda parte de ceñirse a sus dos protagonistas, sentidos ya en toda su plenitud, “teniendo habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar el universo todo”, como dice con justo orgullo, sufre a la vez por la riqueza episódica que se le viene a los puntos de la pluma que tiene que cercenar inmisericorde, de ahí que pida alabanzas no por lo que escribe, sino por lo que deja de escribir.
Madariaga señala que en la segunda parte del Quijote, “Cervantes ha recobrado su pleno dominio sobre el argumento central […] Cada paso de don Quijote le sirve de pretexto y ocasión para satisfacer su maravillosa fertilidad, creando historias, episodios, esbozos biográficos. Hasta en la carta de Teresa Panza a su ilustre marido el gobernador, halla Cervantes ocasión para dos novelas cortas aldeanas… Cervantes es el prototipo de la tendencia dominante en todo arte literario español, literario o plástico, a saber: su interés en los hombres, vistos, no como símbolos o como tipos genéricos, sino como individuos tan definidos, complejos y concretos que es imposible hacer de ellos ideas o series.”
El diálogo es el gran hallazgo de Cervantes, y el Quijote la primera novela del mundo en que adquiere la máxima extensión y todo su valor humano y dialéctico. A propósito de Sancho habremos de volver sobre la trascendencia de este interlocutor que no es una mera incitación o eco de su amo, sino parte esencial de la novela, como que ha de crear a medias con don Quijote el juego de perspectivas que es la médula de la obra.
Dámaso Alonso señalaba que “son escasas en el Quijote las veces en que el autor trata de comentar las reacciones psicológicas de sus personajes. […] Toda la obra resulta así dramatizada, concierto y oposición de almas que se nos hacen transparentes en el diálogo”.
Cuando Cervantes escribe el prólogo de la primera parte inventa a un amigo con quien dialogar para poder desdoblar la acción, es decir, crear una perspectiva. Este diálogo es en la segunda parte del Quijote donde alcanza su plenitud; los comentarios del autor sobre las reacciones de los personajes son en las dos partes igualmente infrecuentes, tal como señala Dámaso Alonso, pero es en cambio mucho más amplia la parte que la narración ocupa en la primera. Por el contrario, como concreta Américo Castro, “la tercera salida no está narrada, sino entretejida en las mallas del diálogo”.
El mismo Américo Castro señalaba que en el Quijote, “los personajes esenciales tienen conciencia de poseer una vida plena”.
Leo Spitzer subraya que Cervantes en los episodios intercalados sigue, por lo común, una técnica opuesta a la de la acción principal. En esta el escritor muestra primeramente la realidad objetiva de las cosas, de suerte que, cuando luego son vistas a través de la mente deformadora del caballero, estamos ya preparados frente a su locura.
En la segunda parte, sin embargo, salvo contadas excepciones, don Quijote ve la realidad como es. Ahora son los otros personajes de la novela quienes falsean la realidad para amoldarla a las imaginaciones de don Quijote. Todas las aventuras que suceden en casa de los duques son una farsa preparada por estos, por ejemplo.
Don Quijote goza en la segunda mitad del libro de una consideración y estima desconocidas en la primera. Es ya un hombre famoso, y quienes han leído la primera parte de su historia le admiran y respetan. Los mismos duques, a pesar de las burlas de que le hacen objeto, le consideran y tratan con la mayor generosidad.
Luis Rosales estudió los personajes de los duques desde un punto de vista original. La intención principal de la aparición de los duques sería hacer posible que los sentidos de don Quijote encontraran realmente el mundo que antes solo era un espejismo de su mente.