(Apuntes para Secundaria)
Pedro Salinas pertenece a la llamada generación del 27 y es uno de los representantes de la Poesía pura.
En su obra aparecen dos conceptos esenciales: en el tiempo, la inminencia, y en el espacio, la busca de una realidad metafísica, una realidad oculta tras lo aparente. A través de estos principios aparece el sentimiento de encontrarse frente a algo inaprehensible que no se llega a poseer nunca.
El principal tema en la poesía de Salinas es el amor, un amor que abarca desde la sensualidad hasta el espiritualismo.
Su poesía se coordina en una serie de paralelismos: víspera-riesgo, presagio-logro y posesión-huida. Y de acuerdo con ellos, puede observarse una evolución, con un punto de partida con el espíritu dividido entre el entusiasmo y la desconfianza (en Presagios), la conquista de la zozobra (en Seguro azar), el anhelo de poseer las cosas (en Fábula y signo) y finalmente la renuncia a la posesión para centrarse en la ilusión de la posesión misma (en La voz a ti debida). La nostalgia de que incluso el amor es ilusorio y el razonamiento doloroso acerca de la fugacidad de las cosas aparece en Razón de amor.
Se considera La voz a ti debida la obra maestra del autor. El título proviene de un verso de la Égloga III de Garcilaso de la Vega (pienso mover la voz a ti debida). Forman la obra setenta composiciones y se considera que Razón de amor es la segunda parte, con poemas más extensos. Se trata de un diálogo amoroso que va desvelando el sentimiento a través de motivos secundarios.
Las principales características de la poesía de Pedro Salinas son, en esquema, las siguientes:
- Frase corta
- Construcciones nominales
- Adjetivación escasa
- Léxico sencillo
- Pronombres que buscan lo esencial
- Sustantivos y adjetivos que buscan lo accidental
- Concentración expresiva y complejidad intelectual
- Verso libre y combinación de endecasílabos y versos cortos.
- Sus principales temas son la ilusión y el amor.
Uno de los poemas más conocidos de Pedro Salinas es el siguiente:
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás tú.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo».