La necesidad de componer comedias ante la demanda del público dio lugar en los Siglos de Oro al empleo de una amplia variedad de fuentes temáticas. Cualquiera era válida para encontrar argumentos. Y los dramaturgos eran capaces de convertir en materia teatral cualquier suceso sacado de la tradición medieval, la antigüedad clásica, la Biblia o las costumbres sociales de los distintos estamentos. En la mayor parte de los casos, la anécdota original se teatralizaba para tratar temas relacionados con el amor y el honor.
El honor era un concepto de extraordinaria importancia en la época, ya que lo que un hombre era dependía de lo que representaba en la sociedad.
En el tema del honor cabe distinguir entre los conceptos de honor y de honra. El honor es una característica personal según la cual los individuos son personas virtuosas y de sangre limpia. El honor se entendía como una propiedad heredada que se adquiría con el nacimiento y se vinculaba a la nobleza y la riqueza. Y en este sentido, se trataba de una cualidad de las clases altas que implicaba respeto por parte de los estamentos inferiores, pero que también implicaba un comportamiento moral adecuado del que lo portaba.
La honra, en cambio, consiste en la opinión que los demás tienen sobre la virtud de un individuo y su modo de vivir acorde con las rígidas convenciones sociales. Era una cualidad personal y subjetiva.
Esta cualidad dependía por tanto de la virtud personal, pero también de las apariencias. El honor vivía amenazado por los comportamientos del individuo que rompía con las leyes morales, pero también por la suspicacia de los otros, por los rumores o por las sospechas.
Perder el honor o la honra era el mayor mal que podía sufrir un personaje. Era semejante a perder la vida. El hombre sin honor no era nada. Su reparación incluía venganza y justicia urgentes, de forma que el individuo debía arriesgar su vida o asesinar a los causantes de la ofensa.
Las vulneraciones del código del honor más frecuentes en las obras de los Siglos de Oro eran el adulterio de la mujer (que ocasionaba la pérdida de la reputación del marido), el ultraje de una dama (que arrebataba el honor a la familia) o las acusaciones falsas. Los duelos y la venganza en las obras limpiaban los agravios y, en múltiples ocasiones, suponían una dura carga para quien debía ejecutarlos. Eran los hombres quienes se encargaban de vengar las afrentas, de ahí que en algunas obras las mujeres se travistieran de hombres con el fin de poder ellas mismas recuperar la honra.
En cualquier caso, el teatro de la época concedió al honor un carácter fundamental. Muchas piezas analizaban complicados casos de honra, en los que quedaban implicados maridos, padres, hermanos, esposas e hijas de diversa condición. Lope de Vega en el Arte Nuevo de hacer comedias en este tiempo lo sintetizó de la siguiente manera:
Los casos de la honra son mejores,
Porque mueven con fuerza a toda gente.