Este personaje es el protagonista de una trágica aventura que se encuentra en el Romancero viejo. Este se formó en su mayor parte en el siglo XV sobre la base de ciertas gestas medievales. El Conde Alarcos es un joven noble del reino que está destinado a casarse con la infanta. Siendo muy joven le promete su mano, pero no recibe respuesta, aunque ella está también enamorada. Ante el silencio de la muchacha, el Conde Alarcos termina casándose con una condesa. La infanta acusa al Conde Alarcos de haberla ofendido, debido a los celos que siente. El rey ordenará al conde que asesine a su esposa para restaurar el honor de su hija, y el personaje no tendrá más remedio que obedecer la orden como vasallo que es.
Sobre esa base argumental aparecerán algunas variantes y la historia influirá en la literatura posterior.
El Romance del Conde Alarcos y de la infanta Solisa es la versión mas popular de la historia. Comienza presentando a la muchacha triste (“Retraída está la infanta/…/viviendo muy descontenta/ de la vida que tenía”). La causa de su tristeza es no haberse casado, de lo que culpa al Conde Alarcos (“…por él no me casé/ con el príncipe de Hungría”). Al escucharlo el rey, explica que la honra de la infanta solo será posible con la muerte de la Condesa y se planea cómo será posible esta muerte y la boda con el Conde (“mate el conde a la condesa/que nadie no lo sabría, / y eche fama que ella es muerta/de un cierto mal que tenía”). Ante las dudas del noble, el rey le ordena “Si no muere la condesa/ a vos costará la vida” y Alarcos muestra su obediencia, aunque su esposa no merezca ese destino (“Yo la mataré, buen rey, / mas no será la culpa mía”). Cuando se produce el encuentro entre los esposos, la tristeza del Conde Alarcos es visible, y contará a la condesa que debe morir por orden del rey (“manda que muráis, condesa, / a la fin de vuestra vida, / que no puede tener honra/ siendo vos, condesa, viva”). Después de rezar y encomendar a sus hijos, la condesa muere sin perdonar al rey ni a la infanta (“…que queden citados/ delante la alta justicia”) y aventura que morirán en treinta días (“los doce días pasados/ la infanta ya se moría;/ el rey a los veinte y cinco, /el conde al treinteno día, / allá fueron a dar cuenta/ a la justicia divina”).
Almeida Garrett editó un Romanceiro en el que recogía diferentes temas, personajes y tradiciones en portugués. En la primera parte, hasta el renacimiento, aparece la historia del Conde Yanno (nombre a partir del latino Joannes), una versión ajustada al gusto popular del Romance del Conde Alarcos y de la infanta Solisa. Coinciden los dos romances en presentar la tristeza de la infanta por no estar casada y en el diálogo entre ella y su padre, el rey. También aparece la orden del rey al vasallo (“Mataréis a vuestra mujer/ Os casaréis con mi hija”). En la versión del conde Yanno destacan las despedidas de la condesa “a todo lo que más quería”, no solo a sus hijos (“mañana tendrás madrastra/de más alta señoría”), también a sus flores y a las aguas de las fuentes. Pero el final de la historia difiere en la versión portuguesa. Cuando la condesa termina de despedirse de su hijo pequeño, tocan las campanas en la catedral. La infanta ha muerto “por los males que hacía”.
Guillén de Castro (1569-1631) realizó una versión dramática del romance en su Conde Alarcos, una comedia en tres actos o jornadas, donde suavizaba el desenlace de la historia. Al comienzo de la obra el conde Alarcos y su esposa Margarita hablan de la Infanta como una mujer envidiosa, aborrecida y celosa. Y como tal se presenta enseguida, cuando intenta hacer ver al Conde que Margarita lo engaña. Ante el rey, la Infanta cuenta que Margarita fue testigo de la promesa de matrimonio del Conde Alarcos a ella (“ella fue parte y testigo/ del yerro que te he contado/ y sin respeto ha tomado/ por su esposo a mi enemigo”) por lo que su honor solo podrá vivir si el conde mata a la condesa. Si no cumple con lo que se le ordena, morirá toda la familia. Poco antes de que el Conde acabe con su vida, Margarita lo perdona, pero no a la Infanta y al rey (“pues sin culpa muero/ para dentro en quince días/ al rey cito y a la infanta/ ante la justa justicia”). Pero la Condesa se salva. En el último acto sabremos que un criado, Hortensio, ha salvado a Carlos, el hijo pequeño de los Condes, y a Margarita. Los protagonistas se reencuentran y la Infanta solicita entrar en un monasterio.
Con influencia de la anterior encontramos la versión de Mira de Amescua (1577-1644), en la que los personajes principales son la Infanta y el Conde Alarcos, aunque aquí la condesa se llama Blanca. Desde el principio conocemos los celos de la infanta. Llega al extremo de hacer creer a Blanca que ha matado a su hija (“la infanta en la mesa puso/ la vida de Blancaflor”) y la condesa es encerrada en un ataque de locura. Como en las versiones anteriores, el rey ordenará al Conde Alarcos que mate a su mujer. En el diálogo en que el conde confiesa a Blanca lo que tiene que hacer, decidirán los esposos que ella se marche en una barca en medio de una tormenta (“Ya en la corriente furiosa/ vuelcos la barca va dando/ ya, cielos, se va anegando/ aquella temprana rosa”). Pero en el Conde queda la duda de si Blanca habrá sobrevivido mientras cumple con su deber y se compromete con la Infanta. En el último acto, Blanca, el Conde Alarcos y Blancaflor se reunirán y la Infanta confesará su culpa.
En 1801 se representó Alarcos, de Friedrich Schlegel. Es un drama basado en los romances españoles. Una noche el Conde se convierte en amante de la hija del rey, Solisa, pero aunque le promete amor eterno, se casa con Clara, de la que está enamorado. Como en otras versiones, el rey ordenará a Alarcos que asesine a su mujer para reparar la ofensa a Solisa. El Conde acatará esa orden prometiendo que después acabará también con la vida del rey y la suya propia. No podrá cumplir su palabra, ya que el rey morirá antes.
Uno de los principales cultivadores del drama romántico en español fue el dramaturgo cubano José Jacinto Milanés. Su versión de El Conde Alarcos, en tres actos y en verso, fue estrenada en 1838. Tiene su base en el romancero, pero el autor sitúa la acción en Francia. A pesar de esto, el protagonista proviene de Andalucía. Matías Montes Huidobro consideraba que este detalle ayudaba a mostrar la dicotomía del “traidor”. Alarcos se ve obligado a asesorar a un rey francés contra su enemigo español. Milanés, cubano, crearía así la obra para mostrar su rebeldía contra un rey español. Esta “lucha” se presenta también a través de los amores de Alarcos. Blanca es francesa, Leonor es andaluza y su amor auténtico. Habrá también una contraposición en la obra entre el ambiente familiar que proporciona Leonor y la pasión de Blanca.
Jacinto Grau escribió El Conde Alarcos en 1907, obra que fue representada en 1919. En el prólogo, el autor menciona la influencia de las versiones anteriores de la misma historia (las de Lope de Vega, Guillén de Castro, Mira de Amescua, José Jacinto Milanés y Friedrich Schlegel). En esta obra, Alarcos es el padre de familia obligado por el rey a matar a su esposa y cumplir su promesa de casarse con la Infanta. La Condesa, antes de morir, predice que en los siguientes treinta días los culpables estarán ante la divina justicia. Así será. En ese periodo de tiempo el Rey, la Infanta y el Conde Alarcos estarán muertos. Quizá destaque en esta versión el arrepentimiento del rey, que dice ser solo “de un rey la sombra” al no haber sabido “romper el terco albedrío” de su hija.
Carmen Conde escribió sobre héroes del Romancero y dedicó una de sus obras a la figura del Conde Alarcos, que ella sitúo como un cuento.