En el terreno literario el héroe es sencillamente el personaje central de la obra. La mayoría de las veces el héroe es individual y autosuficiente, pero en otras ocasiones es un personaje colectivo. Y encontramos este tipo en multitud de obras. Pero si nos centramos en el terreno teatral, podemos señalar que el héroe colectivo nace en el coro de la tragedia griega.
El coro servía para contextualizar las situaciones y para comentar algunos aspectos de la obra que se representaba. En las tragedias, cuando el actor o los actores debían abandonar la escena, el coro tenía un papel dominante. Sófocles y Esquilo dieron un papel esencial al coro dentro del conflicto del drama, unas veces como mediador entre el héroe y los dioses y otras como consejero, o como la voz de la propia conciencia del personaje. Con Eurípides surgió un coro más humano cuyos personajes identificaban al pueblo: campesinos, niños, mujeres, vendedores, viejos, poetas, músicos y bailarines. En Las Coéforas (formado por las esclavas troyanas), Las Euménides (formado por mujeres que buscan venganza), Las suplicantes (formado por las hijas de Dánao) y otras obras, el héroe colectivo representado por el coro aparecía individualizado, con voz y personalidad propias.
El coro siguió siendo utilizado en obras posteriores a las tragedias griegas, como algunas de Shakespeare o en Asesinato en la catedral, de T.S.Eliot, escrita en 1935. Es una obra alegórica. Tomás Becket anuncia en un sermón que morirá como un mártir. La voz del pueblo está representada en un coro de mujeres pobres que serán testigos de la muerte del santo. Este personaje colectivo representa el conformismo (al que lleva la miseria y la enfermedad), la cobardía y la sumisión. Además de este coro de mujeres y de Tomás Becket, aparecen otros personajes colectivos: tentadores (cuatro hombres que muestran los pensamientos más íntimos del santo), caballeros (instrumentos del poder del rey) y sacerdotes (tres personajes que simbolizan la obediencia del clero).
También el teatro oriental muestra rasgos caracterológicos atribuibles a una colectividad: en la India se veían dramas como El carrito de arcilla, del rey y dramaturgo Sudraka (que vivió en el siglo III). La obra trata sobre un comerciante acusado de matar a su amada. Condenado a muerte, se descubre que es inocente cuando se dirige al patíbulo. En esta obra aparece una corte entera, con el rey, sus amantes, los monjes y las criadas, entre otros personajes. Esta corte forma un mundo del poder en el que ninguna pieza es más importante que otra.
El teatro chino se mantuvo casi tres mil años aferrado a representaciones multitudinarias, con coros de centenares de personas que entonaban historias interminables y a las que el emperador Huan-Tsin llamó “discípulos del jardín de los perales”, ya que actuaban bajo esos árboles. A partir del siglo XIII, las representaciones alcanzaron una gran popularidad. Tenían más carácter de ópera que de drama y las representaciones duraban días enteros.
Héroes sin rostro han protagonizado hazañas en todas las épocas. Quizás uno de los protagonistas colectivos más conocidos sea el pueblo de Fuenteovejuna, que Lope de Vega retrató en su obra en 1613. Tomando como base un hecho histórico, Lope desarrolla la trama en que los habitantes de ese pueblo cordobés se unen para tomarse la justicia por su mano contra los crímenes del Comendador Fernán Gómez y su séquito. “¡Fuenteovejuna! ¡Todos a una!” es la expresiva frase del coro de hombres, mujeres, ancianos y niños que acude al Concejo para ajustar cuentas con el tirano y, ante la pregunta del inquisidor acerca de quién mató al Comendador, responden a coro: “¡Fuenteovejuna, señor!”.
En El cerco de Numancia, de Cervantes, el protagonista es la población que resiste al invasor y se sacrifica dándose muerte o dejándose morir de hambre, una actitud que es la admiración de sus enemigos. Cuando los romanos consiguen entrar en la ciudad, ven al único superviviente arrojarse desde una torre. Inspirada en la derrota de Numancia de las guerras celtíberas a manos de Roma en el siglo II, esta tragedia renacentista, de 1585, muestra la irremediable fatalidad que sufrirán los numantinos. La obra exalta el heroísmo colectivo, la solidaridad y elogia el sacrificio bajo el ideal de la liberación, según decía Max Aub.
En la teoría teatral de Valle Inclán podemos recordar la fórmula estética que se concentra en la llamada “visión de altura”, semejante a la visión del águila. Consecuencia de esa visión aparece en la obra de este autor el héroe colectivo que sustituye al héroe individual del Modernismo. La manera propia de los esperpentos, esta visión “desde arriba”para observar el mundo y los personajes desde un plano superior da lugar a personajes-muñeco, grotescos. Esa visión permite al autor abarcar todo el conjunto. En obras como Luces de Bohemia el protagonista individual evoluciona hacia el protagonista pueblo o hacia la mentalidad social. Max Estrella es una representación individualizada, un protagonista solo en apariencia, ya que se encuentra sometido a los acontecimientos y mentalidades que genera la sociedad. Según Ruiz Fernández, en Luces de Bohemia la injusticia social impide la realización individual.
En la obra del estadounidense Thornton Wilder titulada Nuestra ciudad, de 1938, es la gente la que marca el pulso de la acción dramática. Como una cámara, la acción entra y sale de las casas para mostrarnos la vida familiar de Grover’s Corner, una pequeña ciudad de Estados Unidos de principios del siglo XX: los niños que salen del colegio, un organista borrachín, el coro de la iglesia. Todos ellos nos hacen comprender el gozoso sentido de la vida a través de sus incidentes cotidianos. Familias como los Gibbs o los Webb muestran una existencia sencilla que oculta el secreto de la vida, la muerte y la felicidad. Es una obra coral, donde todos los personajes son imprescindibles para el desarrollo de la obra, un intento de “encontrar un valor por encima de todo premio para los acontecimientos más pequeños de la vida”, según el propio autor. La obra tuvo poco después de su estreno una versión cinematográfica, Sinfonía de la vida.
En la obra de Peter Weiss de 1963 conocida como Marat-Sade (el título completo es La persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representada por el grupo teatral de la casa de salud mental de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade) el conjunto de locos del manicomio es la heterogénea masa que desata el proceso y asesinato de Marat. La obra tiene lugar en el histórico asilo de Charenton, donde murió el Marqués de Sade y se sitúa en 1808. Sade dirige una obra teatral que acontece durante la Revolución Francesa y que terminará con el asesinato de Marat. Los actores son los internos del asilo. Además actúan también los cuidadores que aparecen en ocasiones para restaurar el orden. A través de los diálogos entre el Marqués de Sade y Jean-Paul Marat, así como las opiniones políticas del director del psiquiátrico, aparecen creencias individualistas y colectivistas.
En la obra de Alfonso Sastre La taberna fantástica, de 1966, aparece un protagonista individual, el Rojo, que es reflejo de una realidad esperpéntica. Pero junto a él, es el colectivo de los quinquilleros el que protagoniza unas situaciones trágicas con momentos grotescos, a los que los espectadores conferirán un sentido de generalidad. Los hechos concretos tienen un significado social.