(Nueva Gramática 2010)
Con estas construcciones se expresan relaciones de “causa-efecto”.
La noción de causa se expresa normalmente por medio de oraciones causales y grupos preposicionales. Las formas más características para expresar la finalidad con las oraciones subordinadas finales y grupos preposicionales.
Los dos introductores más característicos de las oraciones causales y finales son “porque” y “para que” respectivamente.
Tanto las construcciones causales como las finales pueden ser modificadores interno o externos al predicado.
Las construcciones causales internas al predicado especifican la causa del suceso que describe el predicado del que dependen. Pueden estar introducidas por diversas preposiciones (con, de, etc.) o locuciones, aunque lo más frecuente es que aparezcan encabezadas por la preposición “por”. Estos complementos pueden ser argumentales (de régimen, del nombre y del adjetivo) o adjuntos (del verbo, del nombre y del adjetivo).
Las construcciones causales externas al predicado se separan de la oración principal mediante pausas (“Como es joven, todo lo critica”). Estas no pueden ser negadas y no admiten adverbios de foco (“solo”, por ejemplo). Aportan una justificación a lo afirmado.
De acuerdo con la relación que se establece entre la principal y la subordinada, existen tres tipos de oraciones causales externas al predicado: causales externas antepuestas (el motivo se sitúa al comienzo de la oración: “Como era tarde, me fui”), causales de la enunciación (no afectan al verbo del enunciado, sino a uno implícito: “llueve porque la gente lleva paraguas”) y codas causales explicativas (aparecen pospuestas al enunciado y separadas de él por una pausa en la escritura. El hablante justifica con ellas por qué se produce el enunciado precedente: “¿Me prestas el libro? Es que se me ha olvidado el mío”).
Las construcciones finales internas al predicado expresan el propósito de la acción denotada en el grupo verbal. Vienen encabezadas por preposiciones (“para”, “a”) o locuciones (“a fin de que “).
Pueden ser de tres tipos: oracionales con “que” con verbo en subjuntivo, oracionales de infinitivo y grupos nominales. Responden a la pregunta “¿para qué?”, pueden ser realzadas en construcciones enfáticas de relativo y admiten negación contrastiva.
Por su relación con el predicado, las construcciones finales pueden ser argumentales (funcionan como complemento de régimen del verbo, de un nombre o de un adjetivo) o no argumentales (con la función de adjuntos o circunstanciales).
Las construcciones finales externas al predicado vienen separadas del enunciado por pausas. No pueden ser negadas. Aportan un matiz explicativo, especialmente pospuestas. Pueden ser finales externas antepuestas (adquieren valores contextuales de contraste, por ejemplo: “Para que todo siga igual, no voto”), finales de la enunciación (expresan la finalidad que impulsa al emisor a emitir el enunciado) y codas explicativas de carácter final (justifican por qué se ha emitido el acto verbal (“Dile algo, para que no te pase otra vez”).
Las construcciones ilativas son construcciones bimembres en cuyo segundo segmento se aporta una consecuencia de lo expresado en el primero (“Tu idea no funcionó, así que piensa otra cosa”).
Las conjunciones y locuciones conjuntivas ilativas más comunes son “así que”, “luego”, “pues” y “con que”.
Las construcciones ilativas constan de dos componentes: el que introduce la causa y el que expresa la consecuencia. Entre ellos media una premisa o un supuesto implícito (En “tenía gripe, luego le subió la fiebre” se asume el supuesto “la gripe sube la temperatura corporal”).
Entre las ilativas y las causales se produce una relación inversa. En las causales la subordinada expresa el motivo de algo, mientras que la principal introduce la consecuencia. En las ilativas es la principal la que expresa la causa, mientras que la subordinada manifiesta la consecuencia.
Las construcciones ilativas se caracterizan por separarse de la principal mediante una pausa, no poder anteponerse a esa principal y no poder focalizarse.