Se trata de un género que ya se encuentra consolidado durante el siglo IX. Los debates se extendieron a la lengua romance en casi todos los países de Europa occidental y tuvieron éxito entre las clases populares y entre el público erudito.
Estas composiciones abarcan una gran variedad de tópicos: teológicos, sociales, eróticos, económicos, filosóficos, etc. Las discusiones podían darse entre personas reales o entre seres alegóricos.
El estilo de los poemas se moldeó por influencia de las églogas clásicas y por los poemas dialogados provenzales (el partiment, que gira en torno a cuestiones teóricas, y la tensó, de forma más satírica).
Por otra parte, se considera que los debates pudieron ser uno de los gérmenes de los orígenes del teatro medieval, ya que tenían una rudimentaria acción dramática.
Dentro de la literatura española se han conservado debates como la Disputa del alma y el cuerpo, la Razón de amor y los denuestos del agua y el vino, la disputa de Elena y María y la Revelación de un ermitaño.
La Disputa del alma y el cuerpo es de finales del siglo XII o principios del XIII. Está compuesta por 37 versos de arte mayor y está inspirada en el poema francés Débat du Coros et de l’Ame, que a su vez es una versión del poema latino Rixa anime et corporis.
El tema es la discusión que mantienen el alma y el cuerpo de un difunto, que tratan de atribuirse recíprocamente la culpa de sus pecados.
El tema se difundió a través de las literaturas europeas y de la española en diferentes versiones, como la Revelación de un ermitaño, hasta llegar a la época de Calderón de la Barca que lo utiliza en el auto sacramental El pleito matrimonial del Cuerpo y el Alma.
La razón de amor y los denuestos del agua y el vino son dos poemas que se encontraron en un códice y se publicaron en 1887. Se consideran anónimos, aunque al final aparece el nombre del copista Lope de Moros. Se supone que pertenecen a la primera mitad del siglo XIII. En este poema de debate aparece un cruce de elementos líricos, recitativos y dramáticos.
La primera mitad constituye una narración amorosa de tono lírico en un paisaje primaveral que entronca con el “locus amoenus” de las retóricas. Sigue la disputa entre el agua y el vino en la que el ritmo varía.
Aparece un personaje masculino en medio de un agradable paisaje. Descubre a una doncella que viene cantando una canción de amigo y que ha preparado un vaso de vino y otro de agua. Hay un diálogo de amor entre los dos personajes y cuando la muchacha se marcha aparece una paloma que derrama el agua sobre el vino. Comienza entonces la segunda parte del poema, que guarda parecido con otras obras francesas y latinas, ya que el debate entre el agua y el vino es un tópico en la literatura medieval.
Después de discutir sobre su excelencia y sus defectos, el agua y el vino terminan su disputa con unos versos de carácter juglaresco: “Mi rrazón aqui la fino/ e mandat nos dar vino”.
El autor del poema ha legado a la crítica el problema del sentido y unidad de la obra, de manera que algunos estudiosos niegan la relación entre ambos poemas y otros consideran ambas piezas como una unidad.
La relación podría encontrarse entre la sed de bebida y la sed de amor. Habría una analogía entre el amor puro y el agua pura, por un lado, y entre la experiencia sexual, embriagadora, y el vino, por otro. Con su arte, el poema nos muestra dos extremos unidos el uno al otro.
Para Menéndez Pidal, esta obra es de tono juglaresco por la métrica irregular, pero al mismo tiempo la define como una poesía artificiosa. Pidal propuso el título de “Siesta de abril”, ya que así quedarían subrayados el lirismo y la unidad del poema.
Por su parte, Díaz Plaja hablaba de motivos que darían valor lírico al poema. Motivos como la canción paralelística del poema o las exclamaciones de la doncella nos situarían en la tradición de las canciones de amigo. Podrían destacar también en este sentido la descripción del paisaje y el diálogo.
La disputa de Elena y María está incompleto, ya que faltan el comienzo, el final y algunos versos de la mitad de la obra. Esta es interesante como documento social y por sus descripciones y expresividad.
Se supone que fue escrito hacia 1280 y que su autor debía proceder de la zona de León, Zamora o Salamanca.
La obra está compuesta por 402 versos agrupados en pareados, consonantes en su mayoría y predominantemente octosílabos.
Dos hermanas, Elena y María, amigas respectivamente de un caballero y de un abad, discuten para decidir cuál de los dos amantes es mejor. Cada una aporta sus razones en una disputa que parece no tener fin, por lo que ambas hermanas se dirigen a la corte del rey Oriol para que este resuelva la cuestión. Desconocemos el desenlace porque tras unos pocos versos, se interrumpe el manuscrito.
Menéndez Pidal pensaba que probablemente la disputa se resolvería a favor del caballero por la tradicional antipatía que en España existía hacia la manceba del cura.
El tema había tenido diferentes versiones en la literatura europea. En estas disputas, en un principio, la palabra “clérigo” se refería al hombre de letras. Así, en los poetas más antiguos, la contraposición se daba entre el mundo de las armas y el de las letras. Más adelante, la palabra significaba “hombre de la iglesia”, con lo que las disputas toman un carácter moral y se constituyen en sátiras contra las costumbres de los clérigos.
La disputa de Elena y María se encuadra en esa segunda línea de tono moral, ya que no hay elementos poéticos ni decorativos. La originalidad del poema castellano estriba en que el autor toma muchos detalles de la realidad que le rodea, que no son imitaciones de sus modelos.
La disputa de Elena y María es poesía juglaresca, de tono popular, con métrica irregular y gran realismo, a diferencia de otras versiones europeas, más eruditas y refinadas.
La Revelación de un ermitaño es del siglo XIV y está escrito en coplas de arte mayor. Tiene un tema parecido al de la Disputa del alma y el cuerpo. En ella hay un largo parlamento en el que el Alma predica la vanidad de los placeres terrenales, con una paráfrasis final del “pulvi eris”.