Junto a la poesía cortesana existe en el siglo XV una poesía que se sitúa en el polo opuesto: la poesía de sátira, que se hace “real” pero exagerando la realidad.
Ya en el Cancionero de Baena hay composiciones de crítica social a caballo entre la sátira y el humor. Las luchas en la alta nobleza se reflejan, por ejemplo, en el Marqués de Santillana.
Pero hay además una literatura satírica, libelista, con una sátira desvergonzada e incluso escatológica a veces.
Hablaremos de las Coplas de la panadera, las Coplas de Mingo Revulgo, las Coplas del Provincial y la Danza de la muerte.
Las Coplas de la panadera tratan sobre el ataque al ejército que participó en la batalla de Olmedo en 1445, entre don Álvaro de Luna y los nobles que se le oponían. Las coplas se organizan como si una mujer siguiera al ejército hasta el campo de batalla y narrara el combate, indicando la cobardía de cada uno de los luchadores y dedicando a cada personaje una estrofa de versos octosílabos. Uno de los recursos son los chistes olorosos. Son una antítesis de los libros de caballerías, la épica y las crónicas, que ensalzaban la época y a los personajes.
Las Coplas de Mingo Revulgo constan de 39 estrofas de octosílabos en redondillas y quintillas.
En estas coplas se produce un diálogo entre dos pastores: Mingo Revulgo (que simboliza al pueblo) y Gil Arribato (una especie de profeta que anuncia los males que llegarán a España). El rebaño de ovejas es un símbolo de Castilla y el pastor que las lleva, Candaulo, personifica a Enrique IV. Por cómo actúa el pastor, que se va detrás de un seto con un zagal y abandona a las ovejas, estas son devoradas por los lobos (símbolo de los nobles).
Fueron muy valoradas en su época y comentadas por Hernando del Pulgar.
Se trata de una sátira colectiva, que alcanza a todas las clases sociales, aunque son más moralizantes que satíricas, ya que su fin último es dar consejos al pueblo para vivir bien.
Tienen un estilo severo y elegante, con expresiones populares y la utilización del sayagués.
Las Coplas del Provincial fueron escritas entre 1465 y 1474, en un momento de crisis en Castilla, durante el reinado de Enrique IV.
La obra es levemente alegórica. En ella el provincial de la orden visita su convento, símbolo de Castilla. Tiene que hacer un informe sobre su orden y hace pasar delante de él a todos los frailes, que son los caballeros y damas de la corte con sus nombres reales, y los va atacando.
Se denuncia fundamentalmente la corrupción sexual. En los insultos dominan los que hacen referencia a aberraciones y problemas sexuales como un reflejo de la corrupción en Castilla.
Estas coplas fueron prohibidas, pero siguieron circulando de forma manuscrita, por lo que tuvieron una gran difusión e importancia. Tuvieron una continuación en el siglo XVI.
La Danza de la muerte era común en toda Europa. En la Edad Media la muerte era un sentimiento colectivo y público, que se convertía en espectáculo en representaciones teatrales que ponían al descubierto la idea de caducidad, de desamparo y de igualamiento de todos los estamentos sociales. Probablemente el auge de este tema se deba a guerras, peste, hambre, plagas y a la influencia de poemas y literatura que trataban la devoción y el arte de morir.
La Dança general de la muerte castellana tiene sus raíces en, por ejemplo, la Danse macabre francesa. Pero la muestra española muestra mayor tendencia a la sátira social, además de una crítica más dura a las clases altas. Estas danzas constituían un intento popular de vengarse de los estamentos sociales superiores y tenían un sentido democratizador.
Las víctimas de la danza se hallaban dispuestas en dos jerarquías, eclesiásticos y legos, que se presentan alternativamente. Al final de la pieza aparecen figuras típicamente hispanas. La obra se inserta en un marco moralizante constituido por el sermón inicial de un fraile y por la decisión final de los personajes (aún vivos) de arrepentirse de sus pecados.
Destaca en ellas, por último, la poca resignación ante la muerte.