Alborg señalaba que no podía negarse la condición paródica del Quijote como base de toda su construcción novelesca. Cervantes declara insistentemente su propósito de burlarse de los libros de caballerías.
Bajo el influjo aristotélico y el arte de la verdad ejemplar, Cervantes “asume una nueva posición, la de corregir la inverosimilitud de la aventura caballeresca, es decir, su falta de verdad universal o moral”, en palabras de Menéndez Pidal.
Luis Rosales comentaba que “si Cervantes afirma en principio que don Quijote estaba loco, es ante todo, porque le conviene y además porque lo necesita […] Desde Luciano a nuestros días, la sátira siempre ha partido de una ficción que le sirve al autor para escurrir el bulto cuando arrecia la tormenta. Los locos y los muertos pueden decirlo todo. Pero además si los personajes que le rodean no lo tomaran por loco, nuestro héroe hubiera dado con sus huesos en la cárcel a la primera ocasión. Don Quijote necesita un apoyo exterior, un apoyo social para mantener durante largo tiempo el ejercicio de su andante caballería. Cierta es, y necesaria, la resistencia que opone al caballero el mundo circundante; cierta es, y necesaria, la ayuda que le brinda”. Don Fernando, Cardenio, los duques y el bachiller Sansón Carrasco le apoyan de diferentes modos.
La parodia caballeresca es el entramado básico, irrenunciable, sobre el que descansa todo el proceso novelesco del libro, hasta el extremo de que no podía estructurarse (y ni siquiera podemos concebirlo) sin él. Y Cervantes recuerda su burla a cada instante.
Leo Spitzer escribió que el protagonista de esta novela “no es realmente don Quijote, con su siempre torcida interpretación de la realidad, ni Sancho, con su escéptica semiaceptación del quijotismo de su amo, ni mucho menos ninguna otra de las figuras centrales de los episodios ilusionistas intercalados en la novela: el verdadero héroe de la novela lo es Cervantes en persona, el artista que combina un arte de crítica y de ilusión conforme a su libérrima voluntad. […] En el discurso de la pluma del supuesto cronista árabe encontramos la más discreta, la más enérgica y convincente autoglorificación del artista que jamás se haya escrito”.
Con respecto a las posibles fuentes del Quijote, recordemos que Menéndez Pidal sostuvo el influjo que en la génesis de la novela tuvo una pieza teatral anónima, el Entremés de los romances con la primera aventura.