Desde fines del siglo XIX aparecen en España e Hispanoamérica corrientes de ideas inconformistas fruto de la crisis de conciencia burguesa: nacen en el seno de la pequeña burguesía, pero poseen un signo preferentemente antiburgués. En la literatura cunden los impulsos renovadores, opuestos a las tendencias vigentes (realismo y naturalismo). Pronto se designó con el término de “modernistas” a los jóvenes escritores animados de tales impulsos innovadores. Pero junto a ellos hay en España otros escritores que se ocupan de temas del momento histórico en que viven, como la decadencia, la miseria social o la atonía espiritual. Pertenecen al grupo que será conocido como “generación del 98”.
Una serie de acontecimientos históricos desembocó en el desastre de la pérdida de las últimas colonias españolas en 1898. La derrota de España supuso un duro golpe, ya que se había cultivado la ilusión de una grandeza nacional. El descontento se observará en el ambiente político, social y cultural del momento.
Fue Azorín quien acuñó el nombre de “generación del 98”, en una serie de artículos de 1913. El grupo se compone de autores como Unamuno, Baroja, Maeztu, Valle-Inclán, Benavente, Rubén Darío y otros (no cita a Antonio Machado, considerado hoy como el más joven representante del 98). Según Azorín, las características que permiten agrupar a tales autores son el “espíritu de protesta” y “un profundo amor al arte”. Algunos de los presuntos miembros de la generación, como Baroja o Unamuno, rechazaron el título que proponía Azorín. Pero el concepto se adoptó pronto.
Aunque son muchos los autores que integran este grupo, destacan Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno (Niebla), Ramón Mª del Valle Inclán (Luces de Bohemia), Pío Baroja (El árbol de la ciencia), José Martínez Ruiz “Azorín” (La voluntad), Ramiro de Maeztu (Defensa de la hispanidad), Manuel y Antonio Machado (Campos de Castilla). Habría que añadir (no como creador, sino como estudioso) el nombre de Ramón Menéndez Pidal. Todos ellos asistieron a tertulias, colaboraron en las mismas revistas, tuvieron lazos de amistad, se vieron aunados por el desastre del 98 o protestaron por la concesión del premio Nobel a Echegaray. Además estuvieron influenciados por las ideas de Nietzsche y Schopenhauer y manifestaron disentir de los autores anteriores.
En cualquier caso son muchos los críticos que señalan la relación estrecha entre estos autores y el movimiento del Modernismo. Habría un amplio movimiento en la época, producto de un cambio de sensibilidad, cuyos rasgos esenciales serían la rebeldía y la renovación del lenguaje. Los escritores del 98 reaccionaron contra la grandilocuencia y el prosaísmo de la literatura precedente (aunque además de su antirretoricismo, su estilo sobrio, habrá que destacar en ellos el gusto por las palabras tradicionales y terruñeras). Ellos mismos se sentían afines a Galdós, Bécquer o Larra. Sentían devoción por clásicos como Fray Luis de León, Quevedo y Cervantes y mostraron también fervor por la literatura medieval, especialmente por el Poema de Mío Cid, y la obra de Berceo y Manrique.
El “grupo del 98” sufrió una evolución como tal, desde su juventud hasta la madurez, pasando por ese “grupo de los tres” en que se encontraban Azorín, Baroja y Maeztu. En su juventud se observa un espíritu de protesta y rebeldía, que se manifiesta en política, con ideas revolucionarias. Eran intelectuales antiburgueses principalmente. El “grupo de los tres” es un episodio interesante en la evolución de estos autores, que colaboraban en artículos que firmaban con el seudónimo de “los Tres”, deseando intervenir en la dolorosa realidad española. Publicaron además un manifiesto en 1901 para conseguir la regeneración de España, aplicando los conocimientos de la ciencia a las “llagas sociales”. El desengaño les llevó al deseo de modificar la mentalidad del pueblo en un giro idealista. En su madurez, cada autor fue creándose una fuerte personalidad, por lo que sus ideas políticas y sus sentimientos estéticos serán muy diversos. Adquirieron especial relevancia las preocupaciones existenciales (por lo que se les relaciona con el Existencialismo europeo, especialmente a través de Camino de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín y Amor y pedagogía de Unamuno).
Como rasgos de estilo esenciales en el 98, algunos ya citados, debemos señalar la creación de una nueva prosa (más sobria), el gusto por las palabras tradicionales (pusieron en circulación un enorme caudal léxico que recogieron de los pueblos y la literatura antigua), el subjetivismo (de manera que el paisaje, la realidad, la sensibilidad y la ideología se funden) y la renovación de los géneros (el ensayo adquiere una flexibilidad que permite aunar las reflexiones con la expresión de lo íntimo; la novela admite novedades técnicas, como la rapidez impresionista de Baroja, el ritmo lento de Azorín o las distorsiones de las “nivolas” de Unamuno; además se produce la renovación en el teatro, como ocurre con Valle Inclán).
En general los autores de este grupo se preocuparon por la identidad de lo español. Sintieron un gran interés por Castilla, de la que intentaron revalorizar su paisaje, sus tradiciones y su lenguaje castizo. Relacionado con este tema encontramos referencias históricas y lo que se llamó “intrahistoria”, “la vida callada de hombres sin historia” que con su labor diaria hacen la historia más profunda (en este sentido destacan las obras de Unamuno o Castilla de Azorín, en el que abundan referencias al pasado y el deseo de encontrar la esencia de España en su historia e intrahistoria)
El amor a España se combinaba con el deseo de europeización, aunque con el tiempo en casi todos ellos dominó la exaltación casticista.
Por otra parte, podemos recordar que el pesimismo fue la actitud más corriente entre estos autores.
La religión, desde el conflicto y la contradicción hasta las posturas católicas tradicionales, quedaron reflejadas en las obras de los autores del 98, como Del sentimiento trágico de la vida, Niebla o San Manuel Bueno, mártir, todas ellas de Unamuno.
Para terminar podemos señalar que como movimiento de regeneración social y política, el 98 fracasó quizás por ofrecer una visión abstracta a los problemas de España. Pero como movimiento literario, se crearon grandes obras tanto en novela y teatro como en ensayo. Por la diversidad estética de estos autores (en temas y estilos), resulta difícil definir la generación del 98, pero tenían rasgos literarios comunes, en cuanto al lenguaje, su visión de la realidad, su sentimentalismo y la actitud social de sus obras.