En el capítulo 6 del Apocalipsis en la Biblia, el Cordero abre algunos de los siete sellos y aparecen cuatro caballos con sus jinetes. El primero de ellos, el caballo blanco, es interpretado de diferentes maneras, ya que solo se dice que su jinete tenía un arco, le fue dada una corona “y salió venciendo y para vencer”. Así, en la tradición cristiana se ha tomado como una representación de Cristo o de la conquista en general, ya que el blanco suele estar asociado como color a la victoria.
El segundo caballo, alazano, es el del jinete encargado de “llevarse la paz de la tierra”. Al abrir el tercer sello, sale un jinete sobre un caballo negro que lleva una balanza en su mano y es el hambre. Finalmente, el cuarto es un caballo verde pálido sobre el que monta un jinete “que tenía por nombre Muerte” y con el que iba el infierno.
Estos cuatro jinetes han sido representados con posterioridad en nuestra cultura, aunque una de las más importantes, sin duda, ha sido su utilización por parte de Vicente Blasco Ibáñez en su novela de 1916.
Los cuatro jinetes del Apocalipsis pertenece a una trilogía sobre la primera guerra mundial, que se completa con Mare Nostrum (1918) y Los enemigos de la mujer (1919). En el prólogo de la novela, dirigido al lector, Blasco Ibáñez cuenta que regresaba de Argentina a bordo del vapor alemán König Friedrich August y oyó hablar con entusiasmo a un grupo de alemanes sobre la guerra que se avecinaba. Su estancia en París en medio de la primera guerra mundial terminó de inspirarle esta obra. La sensación de “ciudad muerta” que le ofrecía la capital francesa y el contraste con los tiempos de paz le trajo “la visión de los cuatro jinetes, azotes de la historia, que iban a trastornar por mucho tiempo” la existencia.
Con esta novela, el autor tomaba partido en la contienda por Francia (en el prólogo mencionado señalaba su desprecio e indignación cuando escuchaba que “Alemania no quería la guerra”). En Los cuatro jinetes del Apocalipsis aparecen dos familias, Desnoyers y von Hartrott. Unidas por parentesco, la llegada de la gran guerra les obligará a enfrentarse. Dos personajes destacan en la obra, el protagonista Julio Desnoyers y (en el tema que nos ocupa) el anarquista Tchernoff, que es quien utiliza la imagen de los cuatro jinetes, que representan la Peste, la Guerra, el Hambre y la Muerte (“cuando dentro de unas horas salga el sol, el mundo verá correr por sus campos los cuatro jinetes enemigos de los hombres”, “los que preceden a la Bestia”, “la del Apocalipsis”).
La novela se estructura en tres partes, con cinco capítulos cada una. La primera presenta los hechos previos a la guerra, la segunda el conflicto mismo y la tercera y última se centra en el personaje de Julio Desnoyers que se une al ejército francés y muere en el frente. Al final de la novela, los padres de Julio insisten en ver dónde está enterrado su hijo y reflexionan junto a su tumba. La cólera domina a don Marcelo que se resiste a aceptar este destino (“Le pareció que resonaba a lo lejos el galope de los cuatro jinetes apocalípticos […] Vio al mocetón brutal y membrudo con la espada de la guerra, al arquero de sonrisa repugnante con las flechas de la peste, al avaro calvo con las balanzas del hambre, al cadáver galopante con la hoz de la muerte. Los reconoció como las únicas divinidades familiares y terribles que hacían sentir su presencia al hombre”).
Con su obra, Blasco Ibáñez intentó que tanto países americanos como España sintieran simpatía por Francia
La novela de Blasco Ibáñez se convirtió en un éxito de ventas y fue llevada al cine en más de una ocasión.
Rex Ingran dirigió la primera versión cinematográfica en 1921, con Rodolfo Valentino como protagonista. En la película se narra la historia de Madariaga, español emigrado a Argentina, y su familia. Sus yernos regresarán a Europa y lucharán enfrentados en la primera guerra mundial. La película tuvo mucho éxito y tiene como curiosidad la inclusión del tango en el cine, bailado por Valentino.
Vicente Minelli adaptó la novela de Blasco Ibáñez en 1962. Julio Desnoyers fue interpretado por Glenn Ford. En esta película se actualizó el tiempo de la novela, que se situaba en la segunda guerra mundial. Al igual que en la versión anterior, cuenta la historia de Julio Madariaga, cuya familia se divide y termina enfrentándose en el campo de batalla. Es Madariaga quien vaticina la llegada de los cuatro jinetes del Apocalipsis ante lo que está sucediendo en Europa.
Además de la literatura y el cine, estos jinetes han sido representados en las artes plásticas. En este terreno destacan las miniaturas de la obra del Beato de Liébana, del siglo VIII, que ilustraban los Comentarios al Apocalipsis de San Juan, su obra más importante, en doce libros. La ilustración que recoge a los cuatro jinetes del Apocalipsis se atribuye al hermano Petrus, miniaturista del monasterio de Santo Domingo de Silos. Es de estilo mozárabe. La miniatura se basa en el texto bíblico y tiene un sentido explicativo.
Mayor dramatismo se observa en la representación que hizo Durero de estos jinetes, en 1498. Se trata de uno de los grabados de la serie que Durero realizó para el Apocalipsis. En esta obra, los cuatro jinetes aparecen unidos, arrasando todo a su paso, incluso a la gente que intenta huir. En el grabado destacan tres tipos de figuras. El primero es el ángel, el segundo es el de los jinetes y el tercero, el de los humanos. Aparecen los símbolos del texto bíblico, como el arco, la balanza o la espada. La muerte está representada por un viejo que porta un tridente, en el que pueden señalarse diferentes interpretaciones, como símbolo pagano (referencia a Poseidón) o religioso (ya que se asocia al diablo).
En el movimiento futurista aparece la figura del pintor italiano Carlo Carrá. Antes de unirse a dicho movimiento vanguardista, pinta en óleo una versión de Los jinetes del Apocalipsis, en 1908. Esta pintura pertenece al movimiento divisionista, que buscaba mayor luminosidad. En ella, la muerte aparece envuelta en una capa roja que oculta a otro de los jinetes. Los otros dos montan caballos blancos y son mujeres, detalles que separan la obra de este pintor de la visión de San Juan. Además, no aparecen en ellas los símbolos de la balanza o el arco.
El pintor mexicano Rufino Tamayo realizó quince litografías para ilustrar el Apocalipsis de San Juan. Su obra fue publicada en París en 1959.