La asignatura de Literatura Universal permite realizar diversas actividades en que se recojan y comparen diferentes obras a lo largo de la historia.
En esta ocasión recordamos que existen varias novelas, cuentos, dramas o poemas donde aparecen animales que son personajes destacados. Desde las obras de Homero (con la argucia del caballo de Troya) hasta la actualidad, vemos desfilar animales reales (caballos, ratas, gatos, cuervos) o inventados (como los dragones) que adquieren un papel esencial en las historias narradas.
Comenzamos por los dragones, seres mitológicos que aparecen en diferentes culturas de todo el mundo. Señalamos la existencia de dos corrientes principalmente, la europea y la oriental. En el Apocalipsis de San Juan, dentro de la tradición cristiana, aparece Satanás como un dragón. En el Cantar de los Nibelungos, dentro de la mitología germana, Sigfrido mata al dragón Fafnir y se hace inmune al bañarse en su sangre.
Tanto en las fábulas como en los cuentos infantiles y tradicionales encontramos múltiples ejemplos de animales. En varias ocasiones presentan características humanas. Como ejemplos vimos Los siete cabritillos, Los tres cerditos, Caperucita roja, El patito feo, Piel de asno, La ratita presumida, El ruiseñor, El gato con botas, etc. A partir de esos títulos, destacamos la figura del lobo feroz, presente en muchos de ellos como antagonista.
Rocinante, tan delgado?
-Porque nunca se come, y se trabaja.
-Pues ¿qué es de la cebada y de la paja?
-No me deja mi amo ni un bocado.
-Anda, señor que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
-Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miradlo enamorado.
-¿Es necedad amar? -No es gran prudencia.
-Metafísico estáis. -Es que no como.
-Quejaos del escudero. -No es bastante.
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
«Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.
no serás un cobarde.
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!»
Y el Cuervo dijo: «Nunca más.»
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: «Nunca más.»
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
«Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.»
Y entonces dijo el pájaro: «Nunca más.»
tan idóneas palabras,
«sin duda -pensé-, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de «Nunca, nunca más.»
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: «Nunca más,»
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
«¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!»
Y el Cuervo dijo: «Nunca más.»
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!»
Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!»
Y el cuervo dijo: «Nunca más.»
pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más.»
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando (…)”