Europa, la joven que da nombre al continente, era una princesa fenicia, hija del rey Agenor y hermana de Cadmo. Un día que estaba jugando en la playa, Zeus la vio y se enamoró de ella. Para seducirla se transformó en un toro y permitió que esas muchachas en la playa lo acariciaran. Europa terminó montándose en su lomo, lo que Zeus aprovechó para raptarla y llevarla hasta Creta.
De la unión de Europa y Zeus nacieron Minos, Radamantis y Sarpedón. El rey de Creta, Asterión, se casó con ella y adoptó a sus hijos. Al morir, Europa recibió honores divinos y el toro se convirtió en la constelación Tauro.
La leyenda de esta princesa se encuentra tanto en la literatura griega como latina.
El geógrafo e historiador griego Heródoto racionalizó el mito e indicó que Europa fue secuestrada por minoicos para vengar el secuestro de otra princesa.
Entre las referencias más antiguas del mito encontramos dos fragmentos que dedica Hesíodo a Europa (140 y 141 de su Catálogo de mujeres: “iba para Europa de finos tobillos”), en el que narra cómo Zeus se enamoró de la doncella (ella “cruzó el agua salobre domeñada por los ardides de Zeus” y terminó dando a luz “al rey Minos, al justo Radamantis y al divino Sarpedón”).
En el Libro II de las Metamorfosis, Ovidio presenta la historia de Júpiter y Europa. Esta narración es una de las bases fundamentales del mito. El dios “se viste de la faz de un toro” blanco y se mezcla con otras reses en la playa donde varias doncellas juegan. Europa se admira de la belleza y mansedumbre del toro y lo acaricia hasta que “ignorante de a quién montaba” se sienta en su espalda. Asustada contempla desde el toro esa playa cada vez más alejada.
Ovidio se referirá a Europa también en los Fastos, donde habla de los días festivos del año, las causas y las fechas. El libro V de esta obra contiene una introducción de consulta a las Musas. El rapto de Europa se incluye en el mito de las Híades. A ella dedica Ovidio el día 14 (“el día anterior a las Idus señala que el toro levanta su rostro estrellado”), donde cuenta cómo el dios la seduce lentamente hasta que la joven se agarra fuertemente de su cuello y él se transforma de toro en dios: “El toro pasó al cielo: a ti, muchacha sidonia, te dejó embarazada Júpiter, y la tercera parte de la tierra lleva tu nombre”.
En El asno de oro de Apuleyo, en el Libro VI, Lucio está con los ladrones que mantienen a una doncella presa. Ella apela al asno (“remedio de mi libertad y mi salud”) y le promete que, si la devolviera a casa, no solo lo adornaría y alimentaría, sino que perpetuará su historia y será comparado a antiguos milagros (como por ejemplo Europa, que “cabalgó y huyó encima de un toro”).
Horacio, en el Libro III de las Odas,en la dedicada a Galatea, presenta a la crédula Europa que confió en el fingido toro. Cuando se ve rodeada de monstruos y expuesta al mar, se queja de su situación, añora esos momentos en que solo recogía flores en los prados, y al llegar a Creta se lamenta (“¡Oh, padre, oh dulce nombre de hija por mí abandonado, oh piedad vencida por la locura!”). Se pregunta si es culpable de su situación y termina diciendo “Si alguien me pusiera delante al infame toro, le hundiría colérica el hierro en el costado o rompería los cuernos del monstruo que me sedujo”. Al oír sus quejas, Venus le recuerda quién es ese toro y le ordena enorgullecerse de su suerte, anunciándole que “una gran parte del mundo llevará tu nombre”.
En el Ovide moralisé, un texto medieval del siglo XIV, se interpretan los antiguos mitos incluidos en las Metamorfosis como alegorías de la religión cristiana. En esta obra, Europa sobre el toro se interpretaba como Cristo llevando al alma humana al cielo.
Juan de Mena describe el mundo en el inicio de su Laberinto de Fortuna, de 1444. En la copla 42 se refiere a Europa (“E vi más aquella que Europa dixeron,/ de la que robada en la taurina fusta/ lançó los hermanos por causa justa/ en la demanda que fin non pusieron”).
El poeta Francisco de Aldana se refirió también al mito de Europa en sus Octavas con diversas materias descontinuadas y desasidas, publicadas en 1591 de forma póstuma. Se trata de una serie de quinientos cincuenta y dos versos divididos en sesenta y nueve octavas. En ellas se mostraban los extremos a los que pueden llegar los amantes por conseguir a la persona deseada. Júpiter se transforma en toro para conseguir a Europa, de la que se ha enamorado, y se acerca lentamente a ella (“Muy poco a poco el toro se levanta, / el paso desleal moviendo apenas”) hasta que consigue llevársela (“levanta el toro inquieto el agua inquieta/ por la yerma del mar llaneza amarga;/ en la isla después llegó de Creta, / libre y segura, la engañada carga”).
También en el siglo XVI, Gaspar de Aguilar elaboró dos versiones del rapto de Europa. Una de las obras se titula Redondillas a la fábula de Júpiter y Europa (“El que derretido en oro/ a Danae pudo engañar”) y está compuesta por seis dobles quintillas. La segunda versión es una fábula con ciento nueve tercetos y un cuarteto (“El soberano Júpiter tonante/ desde un balcón de aquel alcázar santo”).
En las Rimas de Lope de Vega encontramos un soneto titulado De Europa y Júpiter, que comienza “Pasando el mar el engañoso toro” y en el que presenta la pérdida del decoro de la doncella.
Alonso de Castillo Solórzano escribió el romance burlesco El robo de Europa en la que pide un barril para empezar a contar la historia “de aquella dama robada/ del toro, ladrón sutil”. Y como “la comezón del amor/ es peor que de arastín”, cuenta cómo el dios fabrica mil planes para poseer a Europa. Transformado, consigue llevársela y entrar con ella a un bosquecillo (“No digo lo que pasaron, / dígalo Ovidio por mí, / que anduvo largo en su historia, / como lo fue de nariz”).
Hacia 1626 compuso Anastasio Pantaleón de Ribera una Fábula de Europa que dedicó a Góngora. En el poema presenta a la joven merendando. Tras una descriptio puellae burlesca, asistimos a la historia ya conocida del enamoramiento y rapto de la muchacha. Cuando llegan a Creta “desembarcó la señora, / de una voraz hambre muerta, / por ser un tanto golosa”. El dios se despoja de su forma de toro y celebran las nupcias.
También en tono jocoso trató el tema J.J. Benegasi y Luján en el siglo XVIII en su Fábula de Júpiter y Europa con un dios “que tuvo de divino lo que yo de romo”: “A este hubo quien alabó/ de Europa el buen parecer;/ con que al punto consintió/ en solicitarla ver;/ lo mismo que hiciera yo”.
En el siglo XIX otros autores trataron este mito. Uno de los ejemplos es el poeta francés Laconte de Lisle, que recupera la leyenda antigua en sus Últimos poemas (publicado en 1895), donde se incluye el rapto de Europa.
Autores de la llamada generación del 27, como Gerardo Diego y Rafael Alberti, también se refirieron a Europa. El primero de ellos lo incluye en el poemario Imagen, compuesto por tres series de poemas. En la primera de ellas, titulada Evasión, aparece el poema “Tauro” (“Tauro es Júpiter raptor. / Sobre sus lomos, Europa”). Alberti condensa el tema en un poema de Marinero en tierra, el número 42 (“¡Un toro azul por el agua! / ¡Ya apenas si se le ve!”).
El mito tiene otras versiones. Una de las más conocidas es la ópera minuta de Darius Milhaud, compuesta en 1927, El rapto de Europa.