En la primera mitad del siglo XVIII encontramos a los continuadores del Barroco en el teatro español.
Los teatros que existen son el de la Corte, en el Palacio del Buen Retiro, y tres corrales de comedias o coliseos: el teatro del Príncipe, el teatro de la Cruz y el teatro de los Caños del Peral.
Con respecto a la disposición del público, había una capacidad de unas dos mil personas en cada teatro.
La representación teatral, con la comedia, los entreactos y un sainete, duraba dos horas. Había dos tipos de representaciones: la comedia sencilla o diaria y la comedia de teatro.
En el público de Madrid había tres bandos enemigos. Los “chorizos” pertenecían al teatro del Príncipe y llevaban una cinta dorada en el sombrero. Los “polacos” eran del teatro de la Cruz y llevaban una cinta azul celeste en el sombrero. Los “panduros” pertenecían al teatro de los Caños del Peral, de ópera.
Las comedias que gustaban eran las de magia, las heroicas, la militar, las de santos, la lacrimosa o lacrimógena (que se impone), la ópera y la zarzuela.
Se irá imponiendo el gusto por la comedia neoclásica con Leandro Fernández de Moratín y El sí de las niñas (1805).
El ambiente que se respiraba puede encontrarse en uno de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, La Corte de Carlos IV, en los capítulos I y II.
Son conocidas actrices como María Ladvenant, María Rosario Fernández “la Tirana”, María Antonia Fernández “la Caramba” y Rita Luna. Entre los actores, se encontraba Isidoro Máiquez (1768-1820), que debutó en 1791. Intentó reformar la escena y la forma de actuar.
En esta época se produjo una polémica teatral entre los partidarios del teatro neoclásico y los del teatro barroco.
En 1737, Emilio Luzán publicó un texto sobre la teoría de la literatura, con principios clásicos de la literatura neoclásica.
La Estética en los partidarios neoclásicos puede resumirse en la sumisión mecánica a la regla de las tres unidades, la presentación de sucesos y caracteres verosímiles, la finalidad docente y didáctica del teatro y la prohibición de lo fantástico, lo que puede resumirse en dos puntos: la prohibición de mezclar lo trágico y lo cómico y el seguimiento de la teoría de Horacio sobre el decoro.
El planteamiento de los partidarios del teatro barroco parte de la defensa de la libertad absoluta del creador, en la obra cabe cualquier tipo de situación, lo esencial es la acción, se tratará de divertir y entretener y se producirá el rechazo a las unidades.
En 1765 se produjo la prohibición de representación de autos sacramentales.
Jovellanos escribe una memoria sobre espectáculos. Para este autor, el teatro tiene la doble función de entretener y enseñar. Se debería producir una modernización del decorado, una reforma del vestuario y una censura moral de las obras. Por otra parte, señala que el teatro no debería destinarse a las clases modestas.
En el teatro del siglo XVIII destaca la figura de Leandro Fernández de Moratín. Este autor define la comedia pura de la siguiente forma: “Imitación en diálogo, escrito en prosa o verso, de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas entre personas particulares, por medio del cual y de la oportuna expresión de afectos y caracteres, resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad y recomendados, por consiguiente, la verdad y la virtud”.
La comedia moratiniana trata el tema de la educación matrimonial, cultural y moral.
Moratín crea la Comedia nueva o “de café” (1792). Es una obra dividida en dos actos, en prosa. Se estrenó en el teatro del Príncipe.
En el texto podemos encontrar presentes varios puntos o referencias al “ars studium” y la natura, la retractio o “ars ingenium” y las reglas necesarias para escribir teatro.
Hay un teatro menor con los pasos (siglo XVI), los entremeses (siglo XVII) y los sainetes (siglo XVIII). Se trata de piezas teatrales breves en un acto, de carácter cómico, que solían representarse entre las jornadas primera y segunda de la comedia.
El sainete, que comienza en el siglo XVIII, es más extenso que el entremés. El principal autor es Ramón de la Cruz. Presenta un repertorio limitado de chistes y gracias, con personajes planos, música y verso octosílabo.
Ramón de la Cruz moldea sus personajes a imagen y semejanza de actores y actrices.
Entre sus títulos destaca, en 1769, Manolo o Tragedia para reír o sainete para llorar. El decorado es una taberna. Utiliza el romance endecasílabo, versos heroicos, que hacen que roce lo esperpéntico. Se trata de una tragedia de honor y celos y en el final de la obra mueren todos los personajes.
Todo sainete de Ramón de la Cruz es una parodia de la tragedia neoclásica.