Durante la segunda década del siglo XX se produjo en Hispanoamérica la aparición de una serie de novelas (aquellas que el XIX eran una página del realismo hispano o lusitano) denominadas “regionalistas”, que sentaron las bases de una narración autóctona preocupada por encontrar formas de expresión originales enraizadas en la realidad americana.
La novela, como documento local, señala los diversos regionalismos dentro de cada país. No es lo mismo la prosa de un novelista de la región de la Pampa o araucana que la de aquel que la cultiva en el ambiente de la Tierra de Fuego, aunque todas las regiones estén bajo la misma bandera.
Es típico de la prosa criolla un descarnado realismo, que se armoniza con una estructura poemática.
El primer gran prosista del criollismo fue el uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937). Quien la llevó a la cima fue el colombiano José Eustasio Rivera. La vorágine (1924) es quizá la obra más representativa de este movimiento. Rivera (1889-1928) describe el duelo a muerte entre el hombre y la naturaleza en la Amazonía. El trasfondo de denuncia social es la vida dramática del cauchero que hace las rutas del Orinoco y el Casiquaro, la esclavitud y explotación del indio y la rapiña del hombre blanco en los gomales amazónicos.
Algunos críticos destacaban al colombiano César Uribe Piedrahita (1897-1951) como superior a Rivera. Aunque sin duda el más destacado del siglo es Rómulo Gallegos (1884-1969).
En 1926, con la publicación de Don Segundo Sombra del argentino Ricardo Güiraldes (1886-1927), el gaucho se impone en las letras, aunque del gaucho perteneciente a la novela del XIX solo subsiste el espíritu.
El colombiano José Eustasio Rivera ocupó cargos diplomáticos en México, Perú y Cuba. Sus viajes por las regiones del Orinoco y el Amazonas le proporcionaron el tema de sus dos únicos libros.
Tierra de promisión (1921) consta de una serie de sonetos de influencia parnesiana, en que describe la selva tropical. El mismo paisaje le sirve de marco para su novela La vorágine (1924), una novela universalizadora de una temática regionalista, a la vez realista y romántica. El destino trágico de sus protagonistas (el poeta Arturo Cova y su novia Alicia) ilustra una atmósfera de injusticia social.
El venezolano Rómulo Gallegos se dedicó a la enseñanza desde 1901 a 1930, año en que fue designado senador por el dictador Juan Vicente Gómez, aunque permaneció fiel a sus ideas liberales. Se exilió a Estados Unidos y España y volvió a Venezuela tras la caída del dictador. Fue elegido presidente de la república en 1947, aunque un golpe de estado lo obligó a exiliarse de nuevo, esta vez a México.
Su obra literaria se inicia en 1909 con la fundación de la revista Alborada. En 1913 publicó el volumen de relatos Los aventureros. Este volumen fue seguido en 1920 por la novela El último solar (reeditada en España en 1930 con el título de Reinaldo Solar).
El rigor técnico, una decantación costumbrista y la introspección psicológica figuran como sus tendencias predominantes, que se mantienen en Los inmigrantes (1922), La rebelión (1922) y Doña Bárbara (1929). En todas ellas, la ambientación regionalista sirve para relacionar y expresar los duros contrastes entre civilización y barbarie y los graves problemas sociales derivados de la injusta distribución de las tierras.
Por la complejidad de su estructura y la caracterización de los personajes, Doña Bárbara se convirtió en su novela más famosa. Una atmósfera de violencia sensual y física impregna el argumento de la novela, en la que el autor recurre frecuentemente a mitos y leyendas indigenistas.
La temática social, con sus manifestaciones raciales, expropiaciones, revueltas y crisis de intelectuales, se acentúa en las narraciones posteriores: Cantaclaro (1934), Canaina (1935), Pobre negro (1937), El forastero (1942), Sobre la misma tierra (1943) y La brizna de paja en el viento (1952).
Técnicamente, en sus novelas se encuentran pocas innovaciones, aunque es notable su utilización de algunos rasgos impresionistas.
De 1954 data la publicación del volumen La doncella y el último patriota, que comprendía varios relatos y un drama. Ese mismo año adaptó para el teatro su narración El milagro del año, que había escrito en 1915.
Póstumamente, en 1971, se publicó su novela Tierra bajo los pies.
El argentino Ricardo Güiraldes llevó una vida bohemia con estancias en París y la Pampa.
La clave de su literatura es doble: la anticipación vanguardista y el sentido autobiográfico.
Sus primeros poemas (El cencerro de cristal, de 1915) y sus Cuentos de muerte y de sangre (1915) muestran la veta posmodernista iniciada por Lugones y por Horacio Quiroga en el sentido de un predominio de la imagen en el poema y de la sencillez expresiva en el relato criollista.
Sus obras siguientes son nuevas narraciones (Rosaura, de 1917; Rancho, momentos de una juventud contemporánea, también de 1917, y Xaimaca, de 1923) donde comienza la manifestación autobiográfica, clave de su obra. Aparece la vacilación entre el mundo elemental de la infancia en la Pampa y el refinado universo de la cultura europea, todo ello en un estilo trabajado y musical de estirpe aún modernista. En este sentido, la novela Don Segundo Sombra (1926) supuso su más lograda elaboración y un hito literario que fue emblema de la juventud argentina de su época. El relato, escrito en primera persona, utiliza un molde casi picaresco. Fabio Cáceres, un rico propietario, recuerda su infancia oscura de hijo ilegítimo y su educación por parte de un gaucho taciturno, don Segundo Sombra, que (con un aimagen deliberadamente borrosa) es el verdadero protagonista del relato.
En un momento de vanguardismo internacional, la identificación de lo gauchesco aportó un significativo componente nacionalista a la promoción que se agrupó en torno a Güiraldes y a las revistas “Proa” (en su segunda época, 1924) y “Martín Fierro” (también en 1924).
Póstumamente se publicaron sus Poemas místicos (1928) y Poemas solitarios 1921-1927 (1928), de mayor sencillez formal que El cencerro de cristal, enterrado (según confesión del propio autor) en un pozo de su estancia “para que se pudra”.
Podemos por último citar obras como Seis relatos (1929), El sendero (1932), El libro bravo (1932), El pájaro blanco (1952) y Pampa (1954).