A partir de 1975 perviven en la escena española la comedia burguesa y sentimental, los dramas sentimentales, poéticos y realistas, un teatro neovanguardista y los grupos independientes. Junto a esos subgéneros hay un nuevo teatro que intenta devolver a la escena su importancia social. En este nuevo teatro encontramos autores simbolistas, de síntesis, aquellos que aúnan lo social con lo metateatral y un teatro último, con autores que incorporan al teatro lenguajes como el del cine o el de internet.
En general, a finales del siglo XX, casi todos los autores se dedican también a talleres teatrales y a otros oficios dentro del teatro (son directores, actores, productores, etc.). Predominan en las obras fórmulas teatrales clásicas, con estructuras convencionales. Los personajes afrontan una realidad compleja y hay una combinación de humor y drama, en la que se resuelve el conflicto de forma favorable.
Destaca en estos años también la importancia de un grupo de dramaturgas, que aportan una visión crítica de la realidad. Aparece la Asociación de Dramaturgas, fundada en octubre de 1986. La idea surgió de la directora de la revista “La Avispa”, Julia García Verdugo, y de Carmen Resino. Intentaba promover el teatro español en general y el femenino en particular. El grupo inicial, además de las autoras citadas, estaba formado por Maribel Lázaro, Pilar Pombo, Concha Romero, Paloma Pedrero, Yolanda García Serrano y Lourdes Ortiz.
Las obras escritas y representadas desde la década de 1990 se caracterizan por una estética realista que rehúye el costumbrismo. Hay una primacía de la palabra, que lleva a abandonar la experimentalidad y el hermetismo escénico. Los temas son temas universales, complejos, que aúnan lo social y lo existencial. Las salas alternativas cobran gran importancia y así irán apareciendo nuevas voces.
Entre los autores más representativos encontramos a Alfonso Zurro (director además de autor, entre sus obras destaca Farsas maravillosas), Dulce Chacón (con una mirada crítica hacia la realidad social, entre su obra destaca Segunda mano), Paloma Pedrero (destaca en la construcción de dramas psicológicos, como La llamada de Lauren), Ernesto Caballero (recrea a menudo mitos clásicos y utiliza un humor crítico y juegos metateatrales, como en Auto), José Ramón Fernández (con piezas con un fuerte valor simbólico, como La colmena científica), Jordi Galceran (autor de comedias con desenlaces sorprendentes, como El crédito) y Juan Mayorga (que reflexiona sobre los hechos más destacados del siglo XX y entre cuyas obras destaca Siete hombres buenos).
Entre las nuevas generaciones encontramos a Paco Becerra (autor de Grooming, sobre el ciberacoso y la relación entre un hombre maduro y una chica joven), Marta Buchaca (una de sus obras más famosas es Las niñas no deberían jugar al fútbol, calificada como un gran thriller psicológico), Guillem Clúa (autor de obras como El sabor de las cenizas o Smiley, una comedia romántica entre dos hombres) y José Padilla (el primer dramaturgo español que ha estrenado una adaptación suya en el teatro de Shakespeare).
Por otra parte, debemos mencionar la importancia y éxito de los musicales (que comenzó siendo una variante de la opereta) en esta época. Se considera que es en la década de 1950 cuando comenzaron a estrenarse musicales propiamente dichos en España. Pero no será hasta la década de 1980 cuando se pueda hablar de producciones propiamente españolas, con Dagoll Dagom. A partir del año 2000 se produce un desarrollo del musical, la mayoría de las veces con espectáculos montados sobre temas conocidos por un público amplio (como sucede con Hoy no me puedo levantar o Más de cien mentiras). Entre los autores más importantes en el género del musical podemos señalar al dramaturgo mencionado Guillem Clúe (que cuenta con obras como Killer, con grandes dosis de humor negro).