Hacia 1468 el franciscano Fray Íñigo de Mendoza redactó un extenso poema de 400 coplas reales, en el que clama contra la vida cortesana, titulado Coplas de la Vita Christi. Es el primer poema que versifica en castellano la vida de Cristo, siguiendo la nueva religiosidad europea que quiere acercarse más directamente al Nuevo Testamento. Las Meditationes vitae Christi, del pseudo-Buenaventura (datado alrededor de 1300), y la Vita Christi de Lodulfo de Sajonia fueron los textos que fijaron el modelo muchas veces imitado.
Las dos obras se caracterizan por la pintura emotiva de la vida de Cristo y están compuestos para que sus lectores puedan meditar con mayor facilidad en los episodios más importantes de su vida. Se insiste en el nacimiento y, sobre todo, en la Pasión, cuyas escenas o pasos intentan describir de la forma más realista posible.
El texto de Fray Íñigo de Mendoza solo abarca la infancia de Jesús e insiste en el nacimiento y la adoración de los pastores en unas coplas dialogadas en las que se utiliza el sayagués característico del teatro primitivo.
Compuso también unas Coplas de la Verónica, siguiendo los Evangelios apócrifos, y La cuestión entre la Razón y Sensualidad.
El Retablo de la vida de Cristo del cartujano Juan Padilla tuvo bastante difusión. Compuso también en coplas de arte mayor y, muy influido por Mena, Los doce triunfos de los doce Apóstoles. De entre los poemas dedicados a la Pasión destacan la Pasión Trovada de Diego de San Pedro y las Trovas de la Gloriosa Pasión, del Comendador Román, escritas también para favorecer la capacidad contemplativa del lector.
El franciscano Fray Ambrosio Montesinos publicó en 1508 un cancionero religioso en el que se recogen composiciones dedicadas a escenas de la vida de Cristo, a la Virgen, a la Magdalena, a San Juan, a San Francisco. Un aspecto importante de su lírica es haber acudido a las “contrafacta” de villancicos y romances profanos.
En Montesinos se muestran los temas característicos de la lírica sacra posterior: cancioncillas al Nacimiento y a la Eucaristía.
También se sirvió de los villancicos profanos Juan Álvarez Gato, autor sobre todo de poesía meditativa y oral.
Debemos añadir a este panorama poético religioso las paráfrasis de los salmos, las glosas de las oraciones fundamentales y las confesiones del pecador. Este último género, que tiende a la introspección, es el que con mayor fecundidad influye en la poesía reformista del siglo XVI.