Francisco de Quevedo (1580-1645) nació en una familia hidalga. Estudió con los jesuitas en Madrid y Alcalá. Entre 1613 y 1619 vivió en Italia al servicio del duque de Osuna y esta etapa resulta ser importante para la faceta política del escritor. Se vio implicado en varias intrigas cortesanas, una de las cuales le valió el destierro en la Torre de Juan Abad, entre 1621 y 1622. En 1623 fue nombrado secretario del rey. Los pleitos y ataques de sus detractores fueron numerosos.
En 1639, en casa del duque de Medinaceli, fue detenido y conducido a San Marcos de León, donde permaneció encarcelado hasta 1643. Quevedo muestra en su literatura ya el cansancio y el desengaño y vuelca sus sentimientos en extensos tratados morales.
Francisco Ynduráin, en El pensamiento de Quevedo, señaló la posibilidad de entender el arte de nuestro autor como un consuelo, de manera que la literatura le serviría como alivio a la tensión trágica. Aunque parezca escribir por alarde lúdico, no es un simple escape. Tan serias son Las zahúrdas de Plutón como La política de Dios. Toda la obra de Quevedo se presenta interrelacionada, sin una posible clasificación, como una manifestación múltiple y variada de un único pensamiento que se conforma de acuerdo con los diferentes géneros.
Según Ynduráin, esas manifestaciones pueden resumirse en cuatro:
- El concepto de vida como vanidad de vanidades, inscrita en la dialéctica con la muerte como cuna/sepultura. Si la vida es el morir, Quevedo denuncia las miserias del hombre vivo y plantea una actitud satírica y censoria frente a la fugacidad del tiempo.
- La realidad del mundo que se aprehende a través de la razón y no por el conocimiento a través de los sentidos. Si el mundo es engaño, su acercamiento tiene que ser moral, ya que los sentidos mienten. El juego ser/aparentar conduce a Quevedo al pesimismo, refugiado en el estoicismo cristiano.
- El concepto de ciencia como falsa y simple apariencia y vanidad ante la muerte. El saber debe estar sometido al hombre y no ser un fin en sí mismo. Debe ser un instrumento de autodominio y una directriz de comportamiento. Quevedo muestra un escepticismo de base moral, no intelectual.
- El concepto de la política como hermana mayor de las artes. La creación literaria es una contribución a la vida pública. El pensamiento político, ligado a una conciencia patriótica, recorre las diferentes formas de la prosa de Quevedo.
Desde otro punto de vista, toda su obra en prosa no responde a un solo género o a un solo estilo. La parodia y la sátira se convierten en eje de su producción. Por ejemplo, La aguja de marear cultos y La culta latiniparla son una parodia del culteranismo gongorino.
En los intentos por clasificar la obra en prosa de Quevedo destaca la de Luis Astrana Marín, basada en criterios cronológicos y temáticos. Con respecto a los primeros señala cuatro épocas: de 1598 a 1606 (juventud), de 1606 a 1613 (de sabor popular), de 1619 a 1632 (periodo satírico de plenitud) y de 1632 a 1644 (con un cambio de personalidad). Temáticamente, Astrana Marín ve ocho grupos, que son los siguientes:
- Obras festivas, como El caballero de la Tenaza.
- Novela picaresca: El Buscón.
- Obras satíricas: Los sueños.
- Fantasías morales, como La hora de todos y La fortuna con seso.
- Obras políticas: Política de Dios o Vida de Marco Bruto.
- Obras filosóficas como De los remedios de cualquier fortuna.
- Obras ascéticas: La cuna y la sepultura.
- Traducciones en prosa: Epístolas de Séneca.
Recordemos, no obstante, que la obra de Quevedo se resiste a una clasificación concreta, por lo que siempre habría que centrarse en aquellas obras que sean un hito en su pensamiento.
A continuación analizaremos las obras más destacada de este autor.
En 1627 se publica Sueños y discursos de verdades descubridoras de abusos, vicios y engaños en todos los oficios y estados del mundo. Algo más tarde, en 1631 aparecerá una nueva edición titulada Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio. En esta última se cambian los títulos primeros de cada sueño.
Los sueños son cinco, independientes entre sí pero unificados por la estructura externa (sueño de sueños) y por la interna (el yo narrador que sueña). La idea de valerse de un sueño o de apariciones ya aparece en escritores griegos y romanos y encontramos reminiscencias de la misma en las Danzas de la muerte o en la Divina comedia.
Los sueños hacen desfilar ante nosotros lo peor de la sociedad en una visión pesimista que maneja la risa como desenmascaradora de la estupidez humana y en donde la ironía se transforma en sarcasmo. Aparece el realismo y la alegoría. Se disuelve el orden social, que se transforma en la dialéctica de apariencia/realidad, en un mundo desordenado con personajes que representan oficios y costumbres trasladados a escenarios caóticos, como la muerte o el infierno.
En la vertiente política destaca La hora de todos y la fortuna con seso, que se publica como una “fantasía moral” en 1650, aunque fue compuesta entre 1628 y 1640. Se estructura como una serie de pequeños cuadros independientes ligados por ser cada uno la instantánea de su hora de la verdad. Se engarzan mediante la alegoría: durante una hora la fortuna ha abandonado sus veleidades y la Razón, el Juicio y la Prudencia devuelven cada cosa a su sitio revelando su auténtico sentido. La obra se publicó póstumamente. El argumento parte de la queja de los mortales a Júpiter por las arbitrariedades de la fortuna. Así se presenta una serie de personajes a los que se satiriza sin piedad (cornudos, poetas, taberneros, etc.)
La hora de todos ofrece un carácter casi enciclopédico. La denuncia que realiza Quevedo en esta obra tiene como novedad una vertiente política. Algunos de los cuadros presentan situaciones ficticias, pero con sentido histórico, ya que pueden identificarse sucesos reales del siglo XVII. Aquí se encuentran las preocupaciones políticas más significativas de Quevedo, especialmente las referidas a España, sin olvidar las que se refieren al resto de Europa.
Otra “fantasía moral” es el Discurso de todos los diablos, de 1627. Se trata de un tratado de filosofía política a través de la sátira de los discursos puestos en boca de personajes históricos.
Quevedo realiza teoría política con base teológica en Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás. La primera parte de la obra apareció en 1625 sin permiso del autor. La edición propia es del año siguiente.
La obra está destinada a un lector (el monarca o su privado) e intenta proponer un ideal de gobierno extraído de la reflexión sobre las Escrituras, con un monarca próximo a Cristo. La obra se sitúa en la tradición del tratado político que buscaba un sistema de gobierno basado en la Biblia y en las tesis de Santo Tomás. Este gobierno daba así como origen de la autoridad a Dios, por lo que el rey tendría siempre un compromiso religioso.
Se han señalado paralelismos entre esta obra y el príncipe cristiano de Saavedra Fajardo, así como modelos en Juan de Valdés y el padre Mariana. También se han observado influencias de los clásicos latinos y de los humanistas del Renacimiento. A pesar de esto, las páginas de Quevedo se deben también a su propia observación y su experiencia personal. Al final de todo, la justicia, la virtud y el derecho son los fundamentos de la política.
Conjugando política y moralidad, sin trasfondo teológico, Quevedo escribe la Vida de Marco Bruto en 1632, aunque se publicó en 1644. En esta obra el autor utiliza el trasfondo biográfico-histórico del Renacimiento. Consiste en un comentario a la obra de Plutarco en que se realiza una meditación política. Basado en la oposición de contrarios con la que se ofrece moralidad, Marco Bruto se muestra como ejemplar al enfrentarlo con otros personajes que tienen rasgos idénticos, pero vertidos al revés (por ejemplo, Julio César o Marco Antonio).
El pensamiento filosófico de Quevedo aparece también en De los remedios de cualquier fortuna y Sentencias. Recordemos que este autor es la mejor muestra del senequismo en España. Alude en varias ocasiones a este filósofo en su obra e incluso en su estilo podemos observar esa concepción senequista. De los remedios de cualquier fortuna es una glosa y un comentario de la obra de Séneca. Las Sentencias son apuntes sobre pensamientos de escritores de la antigüedad, máximas de la Biblia, etc.
Como autor ascético, destaca en la obra de Quevedo La cuna y la sepultura, también con reminiscencias senequistas y estoicas.
Quevedo destaca sobre todo por su dominio del lenguaje, su riqueza de vocabulario y su capacidad para manejar el idioma.
Todos los críticos señalan como factor común en toda su obra la existencia de la sátira. En su vida tuvo conciencia del conflicto que se produce entre lo que se es y lo que se pretende ser.
Dámaso Alonso señalaba que la expresión de Quevedo es una condensación de contenido formada por dos elementos: lo compacto del pensamiento y un giro sombríamente afectivo.
Otros destacan que en ningún otro escritor se dan tantos matices, cambios de estilo y aparentes contradicciones.