En 1926 el escritor argentino Ricardo Güiraldes publica Don Segundo Sombra, la gran novela sobre la pampa.
En 1929 el venezolano Rómulo Gallegos publica Doña Bárbara, que plantea el conflicto entre civilización y primitivismo, con una ardiente mujer como protagonista.
En 1935 aparece Historia universal de la infamia, primer libro en prosa de Jorge Luis Borges, en el que recopila una serie de biografías imaginarias a la manera de Marcel Schwob. En 1944 publica el volumen de relatos Ficciones, que incluye un buen número de obras maestras de la cuentística como Pierre Menard, autor del Quijote, Las ruinas circulares, La lotería de Babilonia, El jardín de los senderos que se bifurcan o Funes el memorioso. En 1970 publica el libro de relatos El informe de Brodie. En la literatura de Borges brilla la adjetivación meticulosamente perfecta, la trama hilvanada con precisión matemática. Lo fascinaban los espejos, los laberintos, las paradojas y las perplejidades metafísicas.
En 1937 se suicida en Argentina el escritor uruguayo Horacio Quiroga, autor de cuentos fantásticos y de un Decálogo del perfecto cuentista.
El guatemalteco Miguel Ángel Asturias publica en 1946 El señor presidente, una denuncia satírica de la dictadura de Estrada Cabrera, que puede considerarse la primera “novela con dictador” de las letras latinoamericanas, un subgénero que dará varias obras maestras.
El argentino Ernesto Sábato se decidió por la literatura después de entrar en contacto con las vanguardias. Su obra, poco abundante, posee un alto contenido filosófico y existencial. Después de escribir varios ensayos, debutó como novelista en 1948 con El túnel, sobre una relación amorosa en que se mezclan amor y locura y que desemboca en un crimen. La siguiente, Sobre héroes y tumbas (1962) es una voluminosa y densa reflexión metafísica sobre la condición humana y los horrores del mundo contemporáneo. La tercera, Abbadón el exterminador (1974) es una continuación de la precedente. Escribió su autobiografía, Antes del fin en 1998. Y tras el fin de la dictadura militar argentina presidió una comisión que investigó el destino de los desaparecidos. En La resistencia (2000) lanzó cinco reflexivas cartas abiertas a sus lectores.
En 1949 Alejo Carpentier publicó El reino de este mundo, novela ambientada en la isla de Santo Domingo durante la Revolución. Con ella se inaugura la modalidad narrativa que Carpentier denominó de “lo real maravilloso” que, anclada en la realidad latinoamericana, intenta exaltar los componentes maravillosos, extraordinarios o sobrenaturales que en ella existen. En 1962 Carpentier publica El siglo de las luces, ambientada en la isla de Guadalupe en el siglo XVIII.
El mexicano Juan Rulfo publica en 1955 su única novela, Pedro Páramo, una de las obras maestras del realismo mágico, protagonizada por un hombre que busca a su padre en un pueblo (Comala) habitado por presencias fantasmales. Su primer libro, El llano en llamas (1953), es una colección de diecisiete relatos ambientados en el campo mexicano, un territorio desolado y violento.
El colombiano Gabriel García Márquez debutó con La hojarasca (1955), novela breve muy influenciada por Faulkner, en la que ya aparece el mítico pueblo de Macondo. En 1967 publica Cien años de soledad. Esta novela, una de las obras maestras del realismo mágico, se sitúa en un espacio mítico, Macondo, para recrear la agitada historia de Latinoamérica, con sus dictaduras, golpes militares e intervencionismo yanqui. Narra cien años de la historia de la familia Buendía a través de varias generaciones. En 1975 publica El otoño del patriarca. En 1981 aparece Crónica de una muerte anunciada, entre la narrativa y la crónica periodística. De 1985 es El amor en los tiempos del cólera, una novela de amor inspirada en la historia de sus padres. Entre sus colecciones de cuentos podemos encontrar los Doce cuentos peregrinos (1992).
En 1958 el mexicano Carlos Fuentes publica su primera novela, La región más transparente. En 1962 publica La muerte de Artemio Cruz.
El uruguayo Juan Carlos Onetti, autor de novelas como El astillero (1961) y Juntacadáveres (1965) obtuvo el premio Cervantes en 1980. Había debutado en 1939 con El pozo, aunque su mejor literatura se encuentra en los libros mencionados anteriormente y en otros como Para una tumba sin nombre (1959), La muerte y la niña (1973) y Dejemos hablar al viento (1979). Muy influido por Faulkner y el existencialismo, Onetti se inventó una ciudad mítica, Santa María, en la que discurren la mayor parte de sus novelas y cuentos. En sus calles se entrecruza el destino de seres atormentados y solitarios, que buscan la redención en el amor y la compasión. Sus personajes aparecen en sucesivas novelas, que aunque son independientes, forman una cierta unidad por la repetición del escenario y protagonistas.
El peruano Mario Vargas Llosa gana en 1962 el premio Formentor con su novela La ciudad y los perros, ambientada en un severo colegio militar. Se considera su mejor obra junto a La casa verde (1966), en la que se entrelazan varias historias en la selva peruana, y Conversación en la catedral (1996), su novela más ambiciosa. En 1973 obtiene un gran éxito con Pantaleón y las visitadoras, novela satírica protagonizada por un capitán del ejército peruano al que le encargan la organización de expediciones de prostitutas para los destacamentos de la selva. Sigue con el tono humorístico en La tía Julia y el escribidor (1977). Después transita por diversos géneros: el histórico en La guerra del fin del mundo (1981), el policíaco en ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), el erótico en Elogio de la madrastra (1988) o el político en La fiesta del chivo (2000).
El argentino Julio Cortázar, residente en París desde 1951, publica en 1963 Rayuela, novela a modo de juego que puede leerse de dos maneras, según el lector decida o no leer una serie de “capítulos prescindibles”. Es autor de una amplia obra como cuentista, en la que destaca su personal manera de entender el género fantástico, partiendo de situaciones cotidianas. Su talante lúdico se manifiesta en el inclasificable volumen de prosas Historias de cronopios y famas (1962).
El cubano Guillermo Cabrera Infante ganó en 1964 el premio Biblioteca Breve con Tres tristes tigres, experimento literario rebosante de juegos lingüísticos y guiños culturales, y en la que la protagonista es la ciudad de La Habana. Se exilió a Londres, ciudad a la que dedicó varios textos (incluidos en El libro de las ciudades, de 1999) y que era su favorita junto con La Habana. Junto a los juegos de palabras, sus grandes aficiones fueron el cine, al que dedicó libros como Arcadia todas las noches (1978) y Cine o sardina (1998), y los puros, protagonistas de Puro humo.
El cubano José Lezama Lima publica en 1966 Paradiso, exuberante ejercicio de barroquismo literario que narra el despertar de su protagonista, José Cemí, a las complejidades del mundo y la existencia del erotismo y el poder de las palabras. El libro tuvo una continuación, Oppiano Licario (1977), que quedó incompleta y se publicó póstumamente.
El chileno José Donoso publica en 1970 Obsceno pájaro de la noche, su obra maestra.
El paraguayo Augusto Roa Bastos publica en 1974 Yo, el Supremo, una de las grandes novelas latinoamericanas con dictador, inspirada en el doctor Francia, que gobernó tiránicamente Paraguay durante veintiséis años.
El argentino Manuel Puig publica en 1976 El beso de la mujer araña, novela en la que utiliza distintas técnicas narrativas, incluidos elementos propios de un guion cinematográfico, para narrar la historia de dos presos que comparten celda, un homosexual y un revolucionario.
La obra del guatemalteco (aunque nacido en Honduras) Augusto Monterroso no está adscrita a ningún género determinado; excelente escritor de cuentos y maestro del relato breve, se caracteriza por la ironía, la precisión del lenguaje y una aguda crítica de la sociedad y la cultura. Entre sus obras destaca la novela Lo demás es silencio (publicada en 1978), irónico acercamiento a la figura de un supuesto erudito, el doctor Eduardo Torres, del que se reconstruye su vida a partir de testimonios de familiares, amigos y discípulos, y se presenta al lector una selección de su disparatada obra. Escribió varios volúmenes de cuentos, como Obras completas y otros cuentos (1959) y Movimiento perpetuo (1972); una colección de fábulas modernas, La oveja negra y demás fábulas (1969); un diario, La letra e (1989); unas memorias de infancia, Los buscadores de oro (1993), y una recopilación de ensayos literarios, La vaca (1998). En 2000 recibió el premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Isabel Allende debuta en 1982 con La casa de los espíritus, novela sobre Chile en el que germina el golpe de estado del general Pinochet.
El peruano Alfredo Bryce Echenique publica en 1984 La vida exagerada de Martín Romaña, novela que narra las andanzas parisinas de su despistado y enamoradizo álter ego. El libro es la primera parte de un díptico titulado Cuadernos de navegación en un sillón Voltaire, que se complementa con El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, que aparece en 1985. En 1998 obtiene el premio nacional de narrativa por Reo de nocturnidad.
El peruano Jaime Bayly obtiene en 1996 un sorprendente éxito con su primera novela, No se lo digas a nadie, en la que retrata la Lima nocturna, gay y cocainómana. El libro escandaliza en su país y corren de mano en mano copias piratas, ya que la edición española resulta cara para la mayoría de sus compatriotas.
El chileno Roberto Bolaño obtiene en 1998 el premio Herralde de novela con Los detectives salvajes.
En 2000, el novelista chileno Jorge Edwards recibe el premio Cervantes por toda su carrera literaria, coincidiendo con la publicación de El sueño de la historia.