La femme fatale (mujer fatal) es inalcanzable, tiene pensamientos maléficos y es impía de corazón. Provoca en el hombre una pasión amorosa funesta e incontrolable. Como personaje tiene antecedentes en la literatura hebrea, mesopotámica o griega, pero es en el siglo XIX cuando se desarrolla plenamente.
Lilith, la primera esposa de Adán, no está presente en la Biblia. Abandonó el Paraíso por iniciativa propia. El origen de la leyenda de Lilith como la primera mujer proviene de una interpretación rabínica de un pasaje del Génesis (“Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó”). Más tarde Dios creó a Eva y Lilith abandonó a su marido y el Edén. Llegó hasta el mar Rojo donde se unió a los demonios que vivían allí.
Pandora es la imagen de la mujer culpable de abocar al desastre a toda la humanidad. Es creada por los dioses para castigar a Prometeo y a los humanos. Con su belleza, seduce y atrae a los hombres, a los que agota alimenticia y físicamente.
La imagen arquetípica de la mujer como encarnación de lo execrable puede definirse con la figura de Medea, que es definitiva para la construcción de la “mujer fatal”. Ella representa lo femenino y lo bárbaro. Es la madre que se venga del ultraje del marido matando a sus propios hijos.
Helena de Troya era una mujer de gran belleza. Fue seducida y raptada por Paris, lo que dio origen a la guerra de Troya. En la Ilíada se muestra que el pueblo reconocía su belleza, pero le atribuía todos los males que debía sufrir la ciudad. Cuando la guerra de Troya terminó, Helena contó que había sido retenida contra su voluntad y regresó a Esparta con todos los honores. Fue descrita por Esquilo como destructora de naves, de ciudades y de hombres.
Circe era una maga hechicera que vive en la isla de Ea rodeada de lobos y leones, que no eran sino los hombres a los que había hechizado. Circe convierte en cerdos a los hombres de Ulises, quien al intentar recuperarlos sucumbe ante la belleza de la maga y se convierte en su amante durante un año. Circe tiene una apariencia dulce y bella, pero esconde un carácter maléfico.
Las expresiones más características de la mujer fatal son Carmen, Salomé y Lulú.
Carmen es la protagonista de la novela del francés Prosper Merimeé. En ella se basa la ópera de George Bizet. La protagonista es una mujer sensual, casada con un bandolero a cuya banda se une don José. Los dos se pelean a cuchillo y el amante mata al marido. Después Carmen se une al torero Lucas, y José la mata, la entierra y se entrega a la justicia. Se ha dicho que con el personaje de Carmen se consolida el arquetipo de la femme fatale que personifica al Eros mortal, al adulterio, y a la pasión destructora. La propia Carmen, que arrastra al personaje masculino, don José, le dice de sí misma: “has encontrado al diablo”.
Salomé es un personaje de la Biblia, hijastra de Herodes Antipas, a quien pide la cabeza de Juan el Bautista por consejo de su madre, Herodías. El personaje fue recreado por Oscar Wilde en su drama Salomé, en donde al ser rechazada por Juan el Bautista pide a su padrastro que sea ejecutado.
Lulú es la mujer que usa a los hombres a su voluntad y que es protagonista de dos tragedias del alemán Frank Wedekin: El espíritu de la tierra y La caja de Pandora, que inspirarán la ópera Lulú, de Alban Berg.
Por otra parte, los escritores del siglo XIX se sienten atraídos por la figura de la mujer-vampiro como representación de la mujer fatal. Ello es por el hecho de que es un arquetipo que reúne en sí la seducción, el vicio y la voluptuosidad. Es la culminación de la atracción y de lo peligroso. El hombre que se siente atraído por ella consiente que le arranque la vida e incluso la salvación de su alma a cambio del placer que esa mujer le proporciona.
En 1862, Flaubert publica Salombó. La historia se sitúa en el siglo III a. C., durante la guerra de Cartago contra sus mercenarios rebeldes. Ella es hija de Amílcar Barca. Matho es el jefe de los soldados rebeldes y está enamorado de ella, hasta el extremo de que cuando va a morir, destrozado, muere a los pies de Salombó gritando “¡Te quiero!”.
En El Monje, de M.G.Lewis, aparece Matilde, una mujer letal y seductora, un instrumento del demonio que incita al pecado al virtuoso fraile Ambrosio, que, como castigo, termina muriendo de modo cruel y violento.
En la novela histórica Sancho Saldaña, de José de Espronceda, el autor refleja en tres de sus personajes las imágenes predominantes de la mujer para el Romanticismo: Elvira es la mujer espiritualizada (“musa mística”), Leonor es la mujer objeto de amor (“musa romántica”) y Zoraida es la mujer perniciosa (“mujer fatal”). La musa romántica y el ángel del hogar son dos de los principales tipos creados en la época romántica que han perdurado en el tiempo. Para Espronceda la mujer está asociada al amor. Cuando la presenta en forma idealizada, sirve para remitirse a un mundo puro. La mujer carnal representa el instinto de lo natural, el erotismo.
Esta mujer fatal convertida en personaje arquetípico aparecerá después en obras como Justine, de Lawrence Durrell (primera de las cuatro novelas de El cuarteto de Alejandría) o en las películas El ángel azul (Josef von Sternberg, 1930), La bestia humana (Jean Renoir, 1938), Perdición (Billy Wilder, 1944) o Herida (Louis Malle, 1992).