El siguiente artículo fue publicado en la revista Capítulo 1. En él encontramos una parte esencial de la llamada Generación del 27, una serie de autoras cada vez más reconocidas. En la nómina aparecen pintoras, artistas y escritoras.
Si estás preparando el examen de acceso a la universidad y tienes que escribir acerca de la mencionada generación, recuerda que se pedirá la inclusión (de forma resumida) al menos de las escritoras que aparecen a continuación:
Las sinsombrero es el nombre por el que son conocidas un grupo de mujeres pensadoras y artistas españolas pertenecientes a la generación del 27 nacidas entre 1898 y 1914. El nombre proviene de una anécdota relatada por Maruja Mallo en los años 20. Cuenta que paseaba con Margarita Manso, Salvador Dalí y Federico García Lorca por la Puerta del Sol en Madrid cuando decidieron quitarse el sombrero. Un gesto que simbolizaba la liberación de las ideas o el abandono del corsé. Como resultado de ese gesto, fueron apedreados e insultados.
La mayoría de ellas residieron en Madrid, donde desarrollaron su actividad artística. Combinaron la tradición popular con la modernidad y las corrientes de vanguardia europeas. Reivindicaron su papel intelectual sobre la vida cultural que las rodeaba, participando en publicaciones, reseñas o teniendo una ajetreada agenda social. La relación entre ellas fue muy estrecha y compartían escenarios comunes, también con sus compañeros de generación.
Se considera a las Sin Sombrero deudoras de la incorporación al mundo laboral y político que habían protagonizado las mujeres de la Generación del 14 como Clara Campoamor, Victoria Kent o Carmen de Burgos, entre otras.
La Guerra Civil truncará este camino y su desenlace supondrá un brutal retroceso respecto a los avances obtenidos en décadas anteriores. La mayoría de estas mujeres se exiliaron a América y Europa. Las que se quedaron en España sufrieron represalias.
La nómina de autoras de este grupo es la siguiente: las pintoras Maruja Mallo (1902-1995), Margarita Manso (1908-1960), Ángeles Santos (1911-2013) y Rosario de Velasco (1904-1991); la filósofa María Zambrano (1904-1991); las escritoras María Teresa León (1903-1988), Rosa Chacel (1898-1994) y Concha Méndez (1898-1986); las poetas Josefina de la Torre (1907-2002) y Ernestina de Champourcín (1905-1999) ; y la escultora, ilustradora y poeta Marga Gil Roësset (1908-1932). Entre todas ellas, destacaremos ahora a las autoras literarias.
María Teresa León fue una figura clave del 27. De ella escribió José Luis Ferris que era la gran prosista de esta generación. Desde muy joven mostró su afán por saber y su inconformismo y luchó por sus ideales políticos. Publicó su primer cuento, De la vida cruel, en 1924. Vio reconocido su talento a partir de 1930, con la publicación de La bella del mal amor. Cuentos castellanos, una serie de relatos realistas cuyo origen se encontraba en la tradición oral.
En Madrid frecuentaba el Lyceum Club, dirigido por María de Maeztu, y en cuyos salones “se conspiraba entre conferencias y tazas de té”. En 1929 conoció a Rafael Alberti y juntos viajaron a París en 1931. Allí María Teresa León trabó amistad con artistas como André Gide, Alejo Carpentier o Pablo Picasso.
Durante la guerra civil desempeñó una intensa actividad a favor de la república, campo en el que destacan sus montajes para “Guerrillas de teatro”. Amiga íntima de Federico García Lorca, creía como él en la necesidad de llevar la cultura a todos los que no podían acceder a ella, así que llevó esos montajes hasta el frente. Por su compromiso con la República y la cultura, Largo Caballero la nombró responsable de la evacuación de las obras de arte del Escorial y del Museo del Prado.
En 1939 se exilió de España (a la que regresó en 1977). Sus relatos fueron evolucionando hacia la denuncia social y política, desde Cuentos de la España actual (1935) a Contra viento y marea (1941). Fue una autora completa. Escribió teatro, narrativa, poesía y ensayo. En 1970 publicó Memorias de la melancolía, una recopilación de vivencias personales.
Rosa Chacel fue narradora, ensayista y poeta. Estudió Bellas Artes en Madrid. En esa ciudad trabó amistad con Valle Inclán, Ortega y Gasset, Unamuno y Juan Ramón Jiménez, entre otros. Colaboró en la Revista de Occidente, en la que publicó relatos y el ensayo Esquema de los problemas culturales y prácticos del amor, en 1931. También publicó en la revista Ultra un relato, Las ciudades.
Su obra novelística, influenciada por Proust y Joyce, se caracterizaba por el multiperspectivismo psicológico. Entre sus obras, podemos destacar Teresa (1941) sobre la amante de Espronceda, que fue publicada en la colección de “Vidas extraordinarias del siglo XIX” en Buenos Aires. Aunque la que se considera más importante en su producción es La sinrazón, de 1960. Como poeta, fue autora de un libro de sonetos y de colecciones como Versos prohibidos (1985) y Poesía (1931-1991), publicado en 1992.
Concha Méndez fue amiga de Maruja Mallo, Luis Cernuda, Luis Buñuel o Federico García Lorca. Entre 1926 y 1931 publicó Inquietudes, Surtidor y Canciones de mar y tierra. En esos mismos años, en Buenos Aires conoció al escritor Guillermo de Torre, que dirigía una sección en el diario La nación, donde Concha Méndez publicaba un poema a la semana. En España participó en diversas tertulias, creó la imprenta La Verónica junto a Altolaguirre e inició su interés por el teatro infantil y el cine. Además de publicar obras propias de tendencia vanguardista como Vida a vida, contribuyó a difundir la poesía de la generación del 27 en revistas como Caballo verde para la poesía, dirigida por Pablo Neruda.
Su último libro en vida fue Vida o río, de 1979. En 1991 se publicaron sus Memorias habladas, memorias armadas, compiladas a partir de conversaciones grabadas por su nieta.
Josefina de la Torre comenzó a escribir muy pronto y a los trece años ya publicaba poemas en revistas. Muy influida por su hermano, Claudio de la Torre, se inició también en el mundo del teatro, creando el llamado “Teatro Mínimo” (una serie de representaciones que los dos hermanos organizaban en su casa de la playa). En Madrid se relacionó con varios escritores. Pedro Salinas fue quien escribió el prólogo de su primer poemario, Versos y estampas (1927), en el que puede observarse la influencia de Juan Ramón Jiménez. Salinas la llamó “muchacha-isla” para referirse a las resonancias insulares que aparecían en su poética. En la obra se suceden escenas de la niñez de la autora. El mar, la playa y los juegos son protagonistas. Asimismo, se conjugan en Versos y estampas el verso y la prosa poética, difuminando los límites entre los géneros. En 1930 se publica Poemas en la isla, con una poesía estilizada, más intelectualizada.
Además de poeta, fue cantante y actriz. Algunos años después del rodaje de La vida en un hilo (1945), publicó Memorias de una estrella, donde se narra la historia de una actriz que abandona el cine en pleno éxito. Fundó su propia compañía de teatro en 1946, la Compañía de Comedias Josefina de la Torre, aunque participó en otras compañías.
La poeta Ernestina de Champourcín escribe durante su primera etapa los libros de poemas En silencio… (1926), Ahora (1928), La voz en el viento (1931) y Cántico inútil (1936). Con estas obras comienza a ser conocida en el mundo literario. En su obra se percibe una evolución desde una estética modernista a una poesía más personal, amorosa y sensual. En 1936 publicó su única novela, La casa de enfrente. Tras un periodo de silencio, publicó en 1952 Presencia a oscuras. Al regresar a España en 1972 los recuerdos que conservaba de lugares y personas inundaron poemarios como La pared transparente, Huyeron todas las islas o Presencia del pasado. Algunos estudiosos consideran esta etapa la de la poesía del amor sentido.
Dedicó el ensayo La ardilla y la rosa, en 1984, a Juan Ramón Jiménez (al que ella siempre consideró su maestro) y publicó el libro de memorias La pared transparente en 1991.
En la actualidad, varios proyectos intentan recuperar las figuras de estas mujeres del 27.